Opiniones

Ángel Losantos. El paro y la crisis

Como docente siempre he pensado que la formación de las personas es tanto una necesidad inexcusable como un valor primordial que repercute no solamente en el afectado sino también, y eso es lo más importante, en la sociedad a la que pertenece. Todos sabemos que una juventud formada es la mayor riqueza de la que dispone un país y la esperanza de su futuro, y que por tanto invertir en ella es una medida irrenunciable. Sin embargo, día a día vemos cómo sí se ha renunciado a  ella.

Hoy en día, el principal problema de los ciudadanos es el PARO, que afecta con mayor crudeza a esos jóvenes que sufren las consecuencias de esa lacra sin entreabrir apenas un resquicio para la esperanza. Y si tan asumido tenemos que esto es así, ¿por qué entonces todas las instituciones y gobiernos priorizan actuar sobre mercados, bolsas etc. y dejan el paro en lugar secundario? Claro es que estas instituciones que mandan en los gobiernos, dominándolos a su antojo, han optado por una formula económica, el neoliberalismo, que es en el fondo una alternativa dentro del capitalismo muy escrupulosa con el tema del mercado y la desregulación o liberalización de todos los aspectos del mismo, pues su principio básico se fundamenta en la no intervención de los estados en los mercados. Pero los estados en realidad sí que intervienen. ¿Cómo? Pues inyectando respaldo económico a los bancos, degradando las condiciones de vida del conjunto de los ciudadanos, vendiendo a los ciudadanos las bondades y necesidades de determinadas reformas que coinciden con sus intereses etc. En definitiva,  perjudicando a quien se supone que tendrían que proteger.

Todo depende de los mercados y se subordina a ellos de tal forma que hasta las percepciones del trabajador son parte de ellos y repercuten en la bolsa y si no, recordemos las felicitaciones que dichas instituciones dan a los gobiernos cuando toman las medidas que ellos recomiendan y preconizan. Hablan mucho de la productividad del trabajador, pero en el fondo no les asustan las cifras del paro ni que el sector más dinámico esté inactivo o infrautilizado. Y por si esto fuera poco, se propone como medida de apoyo la prolongación de la vida laboral de los mayores.

Veamos un claro ejemplo de la percepción de los gobiernos sobre el grave problema del que venimos hablando.  Ante el caos provocado recientemente por los controladores aéreos, el Gobierno español decide militarizar temporalmente el sector y decreta, ni más ni menos que el estado de alarma. Nadie duda del daño injusto provocado por los controladores, pero indigna pararse a pensar y ver cómo un puente festivo, a juicio de nuestro gobierno, crea más alarma social que los cuatro millones de parados que siguen sin ver la luz de su futuro. ¿Por qué el gobierno no ha intervenido en este tema con la misma energía?, ¿no es un problema incomparablemente mayor? Reflexionar sobre esto nos llevaría a descubrir las muchas contradicciones que hay en los planteamientos gubernamentales y en su priorización de problemas y medidas para los mismos. Pero lo auténticamente cierto, la evidencia que constatamos día a día es que el gobierno está inmovilizando laboral y socialmente a  una juventud dinámica y con poder transformador, una juventud que, en el mejor de los casos, está subyugada a unas condiciones laborales degradantes que no tiene más remedio que aceptar. Nos encontramos ante un proceso de deshumanización, ante una cruel sangría que nuestra sociedad no tiene que admitir. Lo que ahora nos está tocando vivir no es la crisis de un sistema, es un sistema en gravísima crisis.

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