La audiencia televisiva es algo que cada vez me parece más incomprensible. Tras una larga cadena de ediciones de Operación Triunfo en las que los concursantes pasaban sin pena ni gloria por el panorama musical, y el programa debía su audiencia a las críticas destructivas del jurado, o a las polémicas y payasadas de algunos profesores. Este año parecía que el programa había intentado volver a las primeras ediciones, buscando concursantes con talento y personalidad y mostrando un trabajo constructivo y de calidad por parte de profesores y jurado. Hay quien se alegra del descalabro de Operación Triunfo, como si fuera la primera pieza del dominó de la telebasura, que va a empezar a caer, desplomando todas las piezas. Pero nada más lejos de la realidad. Parece que los televisores tengan vida propia. Quedan encandilados cada vez que la Esteban se asoma a la pantalla. Solo el fútbol logra que sucumban aún más profundamente. Un partido eterno, como una nana que los adormece.