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EN MI MODESTA OPINIÓN: Se me ha muerto María Shneider

José Alberto Pellicer

En los años setenta del siglo pasado hubo una explosión deportiva en Alcañiz sin parangón. Uno de los hitos de esta actividad fue un inolvidable viaje a Aviñón que hicimos un buen número de deportistas para participar en los Juegos Europeos de la Juventud. Casi todos éramos adolescentes que nos asomábamos con timidez y expectación a lo que había al norte de los Pirineos.

Nos encontramos con que nos estaba esperando María Schneider y Marlon Brando. Corría el año 1973. Franco estaba vivito. Nuestros cuidadores y entrenadores, algunos de ellos fieles seguidores de las consignas del régimen nos advirtieron de algunas cosas que no debíamos hacer, tales como ir a ver la proyección de “El último tango en París”.

Los que pudimos dar el pego de aparentar 18 años entramos en la sala de cine con la semioscuridad de la película comenzada. Son las cosas de la clandestinidad.

Allí vimos los enormes pechos de la Schneider, que tan sólo tenía unos pocos años más que nosotros, su desnudo, el primero femenino que veíamos algunos y una escena de la mantequilla que sólo era apta para los iniciados, vamos ninguno de los presentes.

Más pitos que una vela nos dispusimos a salir de la sala cuando acabó la película, sin pensar que la clandestinidad debe llegar hasta el final.

A la vez que nosotros también se levantaron de sus butacas los defensores del régimen. Como todos estábamos en pecado callamos. Pero nosotros, los adolescentes sonreímos picaronamente.

Ahora María Schneider, la que fue durante unos días la novia de un buen puñado de alcañizanos, se nos ha muerto a los cincuenta y ocho años, aunque para nosotros nunca pasó de los diecinueve.

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