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José Alberto Pellicer
Si me da igual que gane o pierda la roja. Si no sigo los partidos más de lo obligado. Si apago la radio cuando un locutor poseído, creyéndose barítono barato grita hasta desgañitar mis oídos la palabra mágica de gol. Si no forma parte de mi conversación habitual hablar de la selección española (de fútbol). Si no voy con una camiseta roja con el nombre de otra persona (un futbolista) por la calle. Si no enarbolo la bandera española en signo de victoria ante el rival deportivo, en vez de cómo un símbolo de democracia y tolerancia.
Si además me cuestiono y me molesta que un solo jugador de fútbol, él solo, aunque tenga primos en el paro, gane más que la suma de todos los presupuestos de todos los pueblos del Bajo Aragón. Si además querría que las entradas de fútbol las gravaran con más impuestos. Si además prohibiría que con el dinero público se pague un solo céntimo a estos profesionales del balón. Si además querría que los partidos de fútbol, ya que es una realidad que gustan, se obligase a televisarlos gratuitamente. Si además querría que las altas rentas de los deportistas de élite tuvieran un impuesto especial.
Y como también querría que los ídolos del país fueran los científicos. Como querría que los estudiantes quisieran ser investigadores en vez de famosos. Si también sueño con que en los informativos nacionales diesen prioridad a la noticia de que cientos de personas han muerto en las inundaciones de Brasil en vez de escuchar que un Ronaldo cojea con la pierna izquierda cuando se saca un moco con la mano derecha. Si me duele que las decisiones del gobierno cuando recorta derechos se hacen cuando hay un partido de fútbol, como con Franco.
Como me planteo todas estas cosas, ¿seré inconstitucional?