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Mi molesta opinión: vino del de toda la vida
Como hay gente que tiene mucho tiempo libre, y además le pagan, puede hacer todo tipo de experimentos. Algunos curiosos y ejemplarizantes cuando menos. Hace un tiempo hicieron una cata de vinos. Todos eran mediocres y al lado de cada uno estaba el precio. Los catadores llegaron a la conclusión de que los mejores eran los más caros. Es una prueba de la pijería que nos domina.
Nadie, muy pocos, cuando salen de paseo o de bares toman vinos. Hay algunos bares que ni tienen vinos para ofrecer a sus clientes. Pero esos mismos que lo ignoran, como es una moda que viste mucho, cuando van a un restaurante comienzan a hablar de una retahíla de nombres, añadas y sabores que impresionan al más tonto. Lo saborean, mueven el vaso, lo olfatean y acaban encontrando sabores afrutados (como dice un amigo mío, es importante acabar siempre con no sé qué, pero del bosque), de todo menos uva prensada y fermentada.
Llegará el día, en que los expertos se pasen a la cerveza y nos hablen de sabores, cebadas y lúpulos con la misma naturalidad que lo hacen hoy con respecto al vino. Sólo es cuestión de modas. El día en que uno de esos seres que manejan nuestros hábitos del consumo diga, ya vale de vino, ahora la cerveza.
¡Donde haya un vino cosechero, del de toda la vida, con sabor a pies del dueño!