Siempre pensamos en el dinero, posesiones o bienes materiales causantes de disputas y desvanecías, en rencores y diferencias, banalidades que el tiempo desvanece, pero el dolor ahí queda... Hoy no me refiero a esa herencia, si no a la de verdad a la “buena”, a los valores recibidos y bien aprendidos los que salen de dentro. La honestidad de creer que lo que se hace está bien aunque alguien le duela. La lealtad de ser fiel a las creencias y a lo que te han enseñado, respeto de quien lo merece y quien lo enseña. Gratitud por la vida, y Perdón por los errores, en hombres y mujeres de palabra, de honor. Dentro de nosotros hay parte genético y algo propio, muchas veces juzgamos o somos juzgados sin darnos cuenta de que no somos tan distintos, que solo hay matices. Que no nos dejan ver en la cercanía... aun estando bien cerca. También heredamos carácter bueno o malo y sentimientos, que según circunstancias, afloran o se quedan con un nudo en el estomago saliendo tras un llanto .En ocasiones no nos queremos, y pensamos que pasamos por la vida y no aportamos nada, y que no nos merecemos nada, no nos valoramos y nos sentimos mal y, en vez de sonreír, suspiramos. Otras, con una inyección de anhedralina somos capaces de subir hasta el cielo, de luchar solos en contra de la multitud, de rebuscar en lo mas escondido , para demostrar que somos capaces de dirigir ejércitos. Pero en el fondo somos como nos ha hecho la vida, las circunstancias o los nuestros. En todos estos sentimientos revueltos y encontrados hay algo que lo enlaza, es el Amor y el cariño que desde nuestro interior nos hace olvidar, perdonar y ser perdonados, en definitiva, querer.