Beatriz Royo Molinos se va, pero deja para la eternidad su rasmia y pitera
Su funeral será este sábado, a las 16:00 h. en la iglesia Santa María Mayor de Alcañiz.
“Con rasmia y pitera”, el lema que la alcañizana Beatriz Royo Molinos repetía hasta la saciedad, definía su espíritu incansable para involucrarse hasta la médula en cualquier causa que defendiese los intereses de sus convecinos. Y lo ha hecho hasta su último suspiro de vida, que se ha apagado en la madrugada de este viernes a causa del cáncer que padecía.
Siempre insistía en que había que solucionar los problemas dejando a un lado los colores políticos, pensando únicamente en el bienestar de los ciudadanos. Y ella se movió como nadie para llamar la atención de los representantes políticos y exigirles soluciones para que los enfermos del Bajo Aragón tengan acceso en su zona a especialistas, tratamientos y estudios sobre el cáncer de mama triple negativo, el que Beatriz ha sufrido, así como a la salud de calidad en el entorno rural, tan carente de profesionales sanitarios.
Pocas personas consiguen movilizar a tanta gente como lo ha conseguido Beatriz, recaudando miles de euros para la Asociación Española Contra el Cáncer y la Asociación Cáncer de Mama Triple Negativo, a la vez que fomentaba la diversión, la cultura y el amor por las tradiciones de su tierra. Durante las pasadas fiestas patronales logró recaudar 4.000 euros, que se suman a los 6.500 euros obtenidos de las ventas de sus cuentos “Por los Pueyos anda y el agua nos manda” y “Bailemos el Rodat”, dedicados a que los niños conozcan las tradiciones bajoaragonesas. Próximamente se publicará su tercer cuento, basado en el rito bajoaragonés de la noche de las ánimas y también otras historias que Beatriz ha dejado en el tintero.
También ha recaudado fondos diseñando collares, pulseras y adornos de flores con la imagen de la Virgen de Pueyos, a la que visitó caminando en romería el pasado 9 de septiembre.
Soltaba siempre su discurso sin tapujos, con su característico tono de voz fuerte, dando un tirón de orejas, siempre educado, a los responsable políticos y de otros ámbitos, y terminando con un dulce “perdón y gracias”, siempre modesta, siempre constructiva. Era docente en Escolapios.
Su dedicación a los demás la llevó muy lejos, a trabajar como misionera en lugares como la India y a contribuir en el desarrollo de proyectos para la Fundación Juan Bonal con las Hermanas de Santa Ana. Entusiasta de la vida, se declaraba “muy fan” de muchas facetas, aficiones o logros de otras personas. Amaba las montañas y era una corredora habitual, incluso en los días en los que el tratamiento para su enfermedad se lo ponía difícil. Ella lo convertía en un reto.
Y también sin pelos en la lengua habló en las redes sociales del proceso de su enfermedad. Animó a no ocultar sus síntomas, sus signos, sus secuelas, la calvicie, ella que siempre que se había cortado el pelo lo había donado para pacientes de quimioterapia. Animó a vivir y, a través de la huella que ha dejado, lo sigue haciendo. Pero no de cualquier modo: con rasmia y pitera.
Es posible que, alumbrado con una “cerilleta”, su espíritu nos visite “de una forma más latente, más presente, más cercana” por el “día de Las Almetas”, como ocurre en el cuento que ha escrito Beatriz Royo Molinos y que verá la luz el año que viene.