La arquitectura del hielo de Aragón, declarada Bien de Interés Cultural
Las neveras y pozos de hielo en Aragón, conocida como la arquitectura del hielo de Aragón ha sido declarada Bien de Interés Cultural. La componen 58 enclaves en las tres provincias. Están incluidas las siguientes del Bajo Aragón:
Nevera de Albalate del Arzobispo, Comarca del Bajo Martín.
Nevera de Belmonte de San José, Comarca del Bajo Aragón.
Nevera de Calanda, Comarca del Comarca del Bajo Aragón.
Nevera de La Ginebrosa, Comarca del Bajo Aragón.
Nevera de La Mata de los Olmos, Comarca del Bajo Aragón.
Nevera de La Cañada de Verich, Comarca del Bajo Aragón.
Nevera de Valdealgorfa, Comarca del Bajo Aragón.
Nevera de Aguaviva, Comarca del Bajo Aragón.
Nevera del Convento del Desierto de Calanda, Comarca de Bajo Aragón.
Nevera de Estercuel, Comarca de Andorra-Sierra de Arcos.
Nevera del Monasterio de la Virgen del Olivar de Estercuel, Comarca de Andorra-Sierra de Arcos.
Esta declaración tiene por objetivo destacar la relevancia arquitectónica e inmaterial de esta arquitectura del hielo, resaltando sus ejemplares más relevantes, seleccionados por diversos factores: por su factura arquitectónica, por sus características inmateriales, por representar un importante eslabón en la comprensión de la red del comercio y abastecimiento del hielo, por la documentación archivística asociada o por su interacción con el paisaje
La conservación de la nieve fue una actividad practicada desde la Antigüedad, pero fue en el Renacimiento y en la Edad Moderna cuando la obtención del hielo con diferentes finalidades se convirtió en un recurso y también en una moda generalizada, debido a diversos factores. Entre ellos, los avances médicos (el hielo era necesario en los hospitales como remedio terapéutico); la invención de la imprenta, que facilitó la publicación de ensayos médicos sobre los beneficios del hielo en la salud; el incremento de la población y la necesidad de conservar alimentos más tiempo; y la diversificación de los gustos culinarios, especialmente entre las clases acomodadas y aristocráticas.
Las neveras y pozos de hielo presentan unos rasgos comunes básicos, que tienen que ver con la utilidad y la observación experimentada como productoras preindustriales de hielo. Estos elementos presentan un pozo cilíndrico excavado en el terreno y una cubrición por medio de bóvedas semiesférica de ladrillo o piedra o cúpulas de aproximación de hiladas, normalmente, con solería de piedra o de tierra impermeable en la que se excavan los desagües para evitar que el agua del hielo derretido siga dañando el producto en el interior, finalidad que también cumple el intercalado de paja con la nieve en capas sucesivas de unos 50 centímetros, aproximadamente. Se llenaban y vaciaban a través de una abertura practicada a media altura, frecuentemente acodada y con otra abertura en el centro de la bóveda para empozar mediante pisones y mazas y sacar los bloques de hielo, divididos con las sierras.
En el entorno de los pozos o neveras existía un “raso” o “era”, zona delimitada para acumular y recoger la nieve con la que se llenaban las neveras. Los límites de esos rasos eran a veces motivo de litigio y precisaban un mantenimiento constante de limpieza de árboles y arbustos, imprescindible para que se produjera la acumulación de nieve. Por ello numerosas neveras se emplazan en las afueras de los pueblos, en zona algo más elevada aprovechando las eras, ya aplanadas y limpias, con los pajares aledaños que proporcionaban la mies ya cortada para intercalarla con las capas de nieve.
Por lo que respecta a la morfología y tipo de construcción, no existe una nevera igual a otra, sino que todas ellas se adaptan al terreno, al medio en donde se ubican, a los materiales y técnicas constructivas practicadas en la zona y a la cantidad de población que abastecían. En cuanto a la propiedad, mientras algunas eran de particulares, otras pertenecían a órdenes religiosas vinculadas a monasterios y conventos, otras eran de propiedad municipal, de la monarquía o incluso señoriales.