Savia Romero del Pueyo, “la princesa de Alcañiz”
Hoy cumpliría 131 años. A pesar de que fue muy conocida en el Bajo Aragón en su época, hoy muy pocos conocen a Salvia Romero del Pueyo, a quien algunos llamaron, ya después de su muerte, “la princesa de Alcañiz.
Nació el 12 de diciembre de 1883 en Ibiza y se trasladó a Alcañiz en enero de 1902. En esta ciudad vivió cinco años. Murió en Nueva York a la edad de 93 años.
Provenía de una familia muy humilde y, desde su adolescencia, no trabajó para nadie más que para sí misma, llevando una vida aparentemente muy digna.
Con el poco dinero que heredó de su familia, a los 19 años viajó hasta Alcañiz buscando a un tío suyo que nunca encontró. Sin blanca y sin aceptar ayudas económicas de nadie, construyó su propio hogar en un monte próximo a la ermita de Pueyos. Hoy sólo queda en pie un horno de piedra de esa casa.
En Alcañiz tuvo varios novios, que le ayudaron con las obras. En poco tiempo, levantaron una construcción de piedra con forma de castillo. Este peculiar hogar, junto con la belleza y elegancia de Savia, fueron la causa de que posteriormente se la recordase como “princesa”. De hecho, se dice que creó tendencias entre las alcañizanas de principios del siglo XX, especialmente causaban furor sus sombreros y su indumentaria recargada y con muchos encajes.
No obstante tenía poquísima ropa, la que trajo consigo de Ibiza.
En esta pequeña fortaleza, junto a la que trabajó un huerto para subsistir, conoció al padre de su hijo, un inglés de paso en la localidad. Su hijo, Javier Brooks del Pueyo, vivió siempre en Alcañiz desde los 18 años, donde todavía reside un nieto de Savia: José Brooks Latorre.
Un cineasta estadounidense que viajó al Bajo Aragón en busca de exteriores (entre ellos el desierto de Calanda) pidió matrimonio a Savia, que se marchó con él a Nueva York.
Pese a la elegancia de “la princesa de Alcañiz” no se conoce ninguna película de su marido en la que pudiese haber aparecido.
José Brooks guarda la única fotografía que, al parecer, existe de su abuela. Precisamente, se la hizo su marido en Alcañiz.
Poco más se sabe de la estancia de Savia Romero del Pueyo en Alcañiz. Al parecer, no sabía escribir, aunque “hablaba con mucha propiedad”, indica su nieto, y "era muy inteligente, tanto que, a pesar de su analfabetismo, tenía la suficiente picardía como para decir que su nombre se escribía con b, de sabia".
Esta noticia es fruto de la imaginación. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.