La desvencijada Torre de Palos de Alcañiz
Quizás por el halo de misterio que la envuelve o para admirar su elegante arquitectura, su iglesia y su mobiliario o para intentar imaginar in situ lo que fue, la Torre de Palos de Alcañiz ha sido desde hace años un lugar visitado por curiosos en excursiones de fin de semana. Esta casa de campo, ubicada entre el camino de San Antonio y el puente de La Alberta, tiene las puertas abiertas desde que fue abandonada y son muchos los vecinos que han recorrido sus estancias, incluso las más oscuras, las que se encuentran en el sótano y a más de uno le han puesto los pelos de punta.
Hay quienes han visto este edificio como el lugar ideal para practicar espiritismo.
Y también hay quienes la han visto como una fuente de material de obra gratis y se han llevado puertas, marcos de ventana, baldosas, tejas o han destrozado su mobiliario (confesionario incluido) para hacer leña. Por ello, el edificio ha quedado en un estado lamentable, hecho añicos, y quienes no se atreven a entrar no lo hacen por miedo al misterio, sino para evitar que lo que queda del techo se les caiga encima.
Es difícil recordar lo que fue y para qué sirvió este edificio, tanto por su mal estado, como porque hay muy poco escrito. Juan Carlos Sánchez-Ventura vivió allí y ha contado a Bajo Aragón Digital lo que recuerda, aunque como han pasado muchos años, las fechas que se muestran en este artículo son aproximadas.
La Torre de Palos era propiedad de la familia Palos de Alcañiz hasta que la donó a la orden de religiosos del Lumen Dei, con residencia en Madrid. La condición que la familia Palos estableció para su donación era que no podría venderse a menos que los interesados la destinasen a un fin social sin ánimo de lucro.
Entre 1987 y 1991 el Lumen Dei la destinó a centro de estudios para seminaristas. Durante ese tiempo había misa pública los domingos a la que acudían vecinos de Alcañiz y de Castelserás.
Desde 1991 y hasta su abandono, en torno a 1997, fue un centro de rehabilitación de toxicómanos, gestionado por hermanos del Lumen Dei.
Juan Carlos Sánchez-Ventura fue uno de esos hermanos que vivieron en la Torre, tanto cuando fue centro de estudios de seminaristas, como centro para toxicómanos, aunque lo hizo de manera intermitente y decidió marcharse definitivamente poco antes de que la Torre de Palos fuese abandonada. Desconoce el motivo de su abandono, pero Sánchez-Ventura cree que se debe a que para los hermanos la vida allí era muy dura y la dedicación era voluntaria, por lo que no habría personal que quisiese continuar. Aparentemente, el abandono fue muy rápido, pues quedaron allí utensilios, medicamentos y recetas que nadie volvió a recoger.
Habitualmente, había unas 30 personas residiendo, 10 o 20 de ellas eran usuarios. El resto, hermanos del Lumen Dei con diferentes cargos. El centro llegó a tener dos directores.
La principal dureza del lugar era tratar con los toxicómanos, pues Juan Carlos recuerda que casi todos estaban vinculados a la delincuencia. El propio Juan Carlos, como abogado, asesoró a varios de ellos que debían enfrentarse a juicios. Con algunos mantiene hoy la amistad. La mayoría de los usuarios procedían de Madrid, Barcelona, Valencia y Murcia.
A Juan Carlos le sorprendió la facilidad de adaptación de los internos a ese lugar tan lejano de todo y tan frío. Cree que se debía a que la mayoría de ellos habían vivido en la calle y estaban acostumbrados a la falta de comodidades.
El de la Torre de Palos estaba relacionado con otros centros para toxicómanos españoles, aunque este tenía la particularidad de que admitía a pacientes que tenían el mono. El sótano de la Torre alberga varias celdas que se usaban en los casos extremos con este tipo de usuarios.
Había toxicómanos que residían en la Torre de Palos hasta que superaban el mono y entonces podían acudir a otros centros o a otros programas para tratar la drogadicción.
Se realizaban diferentes actividades para motivar a los drogadictos con otras tareas e intentar mantenerlos alejados de su deseo, como albañilería, mecánica, deporte o crianza de aves de corral. Juan Carlos recuerda que, en ocasiones, los usuarios reparaban coches de vecinos y que, frecuentemente, carniceros se abastecían de aves criadas en la Torre de Palos.
La orden religiosa aportaba una pequeña cantidad económica, a veces familiares de usuarios realizaban donaciones y otras veces eran vecinos los que aportaban comida o incluso electrodomésticos.
Debido a que el estado de los toxicómanos o su conflictividad les impedía muchas veces trasladarse hasta Alcañiz para recibir asistencia sanitaria, varios médicos acudían a examinarlos a la Torre de Palos.
Cuando los usuarios regresaban a sus hogares, eran acompañados hasta el autobús por los hermanos, que les entregaban el dinero justo para el billete y se quedaban allí hasta que partían para evitar que delinquiesen por droga.
Un actor de western en La Torre de Palos
Juan Carlos recuerda que un día la Torre de Palos recibió una peculiar visita. José Truchado había sido en su juventud actor de películas spaghetti western, especializado en escenas de riesgo y lucha.
De hecho, Juan Carlos cuenta que el actor le dijo que había doblado a Kirk Douglas en una escena de lucha de la película Espartaco. Truchado, que a veces aparecía en los créditos como James A. Prich o Joe Truchado, cuando dejó de ser actor dirigió varias películas, entre ellas “Juventud Drogada”. Tras rodar esta película, decidió visitar un centro de desintoxicación y escogió la Torre de Palos alcañizana. Pero Juan Carlos, que mantiene la amistad con él, recuerda que el cineasta no aguantó más que un día en las duras condiciones en las que allí se vivía, por lo que decidió alojarse en un hotel de Alcañiz.
Juan Carlos reside en Zaragoza y no ha visitado el edificio desde que se marchó de allí en 1996. Vecinos de Alcañiz con los que mantiene contacto desde entonces le han contado el lamentable estado en el que se encuentra la Torre de Palos, que sigue siendo propiedad de Lumen Dei.
Reportaje realizado el 17-02-2015.