El sepulcro del castillo de Alcañiz, único en Aragón con arco triunfal
El oscense Juan de Lanuza vivió en el siglo XVI, perteneció a la Orden de Calatrava y fue virrey y Comendador Mayor de Alcañiz, en cuyo castillo se encuentra su sepulcro de alabastro, tallado por Damián Forment, “el gran escultor de la Corona de Aragón”, autor del retablo del Pilar de Zaragoza.
La catedrática de la Universidad de Zaragoza, Carmen Morte, inauguró las Jornadas de Arte del Renacimiento con una charla y la presentación de su libro sobre Lanuza y su sepulcro.
El sepulcro, explicó Morte, se encuentra en la capilla dedicada a María Magdalena, pues dejó a su testamentarios que quería enterrarse allí y que su sepulcro se realizara “al modo romano”.
La sepultura costó 20.000 sueldos jaqueses y se le pagó en 3 plazos. “Tenía mucha prisa por hacerlo”, pues debía irse a hacer el retablo de Santo Domingo de la Calzada.
Se ha perdido mucho de la obra y Morte presentó una composición sobre cómo sería con las partes desaparecidas, como las virtudes y dos niños dormidos que representaban no la muerte, sino el sueño, y unos leones y otros seres “vigilantes”. Combina motivos cristianos y paganos para representar la salvación del alma.
Una de las partes desaparecidas es el epitafio, aunque en el inventario de Juan Cabré se registra una imagen del sepulcro más conservado, incluido el epitafio, virtudes y cabezas de ángeles.
“No se conserva en Aragón otra estructura de sepulcro con arco triunfal”, procedente de la escultura romana, aparte de la de Alcañiz, dijo Morte. Sin embargo, esta estructura sí es similar al sepulcro, en mármol, de Ramón Folch de Cardona y al de Bernat II de Vilamarí de Montserrat.
El alabastro, tan abundante en las canteras del Valle Medio del Ebro se explotaba desde época Romana, cuando se usaba para hacer saleros.
Morte explicó que los bolos de alabastro no se transportaban hasta los talleres de los artistas, ya que sería muy costoso, sino que el material se contrataba por palmos, según la previsión de las obras, se desbastaban y se transportaban hasta el taller en carretas. El escultor, que trabajaba con oficiales y aprendices, supervisaba todo el proceso. Se pulían solo las partes visibles de las figuras, quedando las partes ocultas en alabastro en bruto, pues el público las completaría con su imaginación.
Las grandes obras, como el sepulcro de Lanuza, daban mucho trabajo en la época.
En los siglos XIX y XX el sepulcro sufrió un “continuo destrozo”, expuso Carmen Morte.
Este martes, en el Liceo, a las 19:30 h., el arqueólogo alcañizano José Antonio Benavente impartirá la conferencia “Alcañiz antes de Alcañiz”.