La aventura de entrar en Jordania III
Les dije que no volvía, porque no se podía caminar por esa zona. Ellos insistiendo en que volviera. Yo les di la solución; me monto en el Jeep y me llevan ellos a Áqaba. Se miraban entre ellos y no entendían que este viejo maño tuviera los cojoncicos que tenía, pequeños pero prietos.
Ellos seguían en que tenía que volver y yo en que me llevaran. Al final hicieron un gesto para que subiera. No las tenía todas conmigo y pensé que me iban a devolver a la frontera así que decidí que si hacían eso yo haría intención de tirarme del Jeep (sólo intención). Salieron muy despacio y yo pensando ahora dan la vuelta, pasaba un coche y no pudieron darla, luego siguieron hacia Áqaba y yo los imaginaba discutiendo qué hacían. Tomaron la decisión correcta y me llevaron hacia Áqaba.
El Jeep tipo pikup, sin asientos detrás y con barras antivuelcos me obligaba a ir de pie muy ufano mirando por encima a los taxis y autobuses que nos adelantaban. Antes de llegar a Áqaba había un control de pasaportes y me hicieron bajar. Bajé y continué caminando hacia Áqaba. A esas alturas toda Jordania conocía mi postura. Vino un taxista a ofrecerse para llevarme a la estación. Lo ignoré. Me dijo que me llevaba por tres dinares, seguí caminando y sin saber si era bueno o malo el precio le dije orgulloso que no. Se quedó mirándome el hombre pensando que no tenía solución, me giré y por decir algo le dije que por dos dinares. Me dijo que sí. Estaba al tanto de toda mi historia. Sin decirle que iba a Petra me dice que si quería me llevaba a Petra por 35 dinares.
Le contesté que no, que iba a la estación de autobuses. Comenzó a darme argumentos de que no podía por menos de 35, que era Ramadán y cosas así. Le dije que me llevara a la estación de autobuses. Bajó a 30 dinares. Le dije que no. Le ofrecí 25. Por 25 era imposible. Me dijo que ya no había autobuses que él sabía los horarios, que 30 era un buen precio (y realmente lo era), pero ante todo lo que él decía (llego a parar el taxi en medio de la carretera para discutir conmigo) yo sólo le decía que si quería 25 podíamos continuar a Petra. Él me dijo que no continuó con el coche y discutiendo conmigo y hablando por teléfono.
Vuelve a parar y baja del coche y se va hacia atrás a hablar con el conductor de otro taxi. Vuelve y me dice que 25, pero que me iba a llevar el otro taxi. Había localizado a un taxi de Petra que se tenía que regresar de vacío y era el que me llevaba por 25 dinares.
La aventura que podía haber acabado conmigo sólo en el desierto, detenido por el ejército, apaleado por los taxistas, acabó unas tres horas y media después en Wadi Musa, que es la ciudad que está a las puertas de Petra.
Seguramente he sido el primer turista que ha entrado en Jordania en un coche militar y escoltado por dos soldados.