Vivienda

Pedro Catalán hijo: “el parque era la pasión de mi padre”

Alcañiz perdió este miércoles prácticamente la totalidad de su principal parque infantil, en el que diferentes generaciones han dado sus primeras pedaladas de triciclo o bicicleta, donde han surgido amistades y donde tantos padres y abuelos han conversado mientras echaban un ojo a los pequeños. Allí se construirá el nuevo recinto abierto, proyectado por el Ayuntamiento, con zonas pensadas para personas de todas las edades, no sólo para niños, y también con un cercado para perros, pero sin circuito de bicicletas.

La demolición del parque ha sido el tema del día. Los vecinos recordaban anécdotas y, los más mayores contaban que antes allí había un aparcamiento de camiones y que en ocasiones se despejaba para instalar la carpa del circo o teatro ambulante.

Las máquinas se han llevado por delante el circuito para bicis, las isletas, los columpios, toboganes y demás juegos, además de árboles y setos. Por la tarde aún permanecía en pie el puente y parte del vallado.

Desde su creación en 1973, Pedro Catalán, trabajador municipal, se encargó de cuidar el parque hasta su jubilación, a los 64 años. Muchos vecinos lo recuerdan, porque hablaba con todo el mundo.

Este miércoles, al mediodía, elevando la voz frente al ruido de las máquinas y contemplando, conmovido, como éstas reducían el parque a una explanada de tierra, su hijo, de 69 años, que también se llama Pedro Catalán, contaba que “el parque era la pasión de mi padre, le gustaba mucho”. “Sabía tener mano derecha y mano izquierda con los niños, según convenía”, para mantener el civismo en el recinto. Tal era su implicación, recordaba, que había madres que lo buscaban para decirle “oye, que mi hijo se ha caído” y que le encomendaban tareas propias de niñeros. En este sentido, también tenía que usar sus manos derecha e izquierda con los padres, explicaba su hijo.

Tal era su implicación, dijo Pedro hijo, que “llegaba a trabajar hasta doce horas diarias y estuvo muchos años sin vacaciones”, llegándole a conceder el Ayuntamiento una medalla al mérito en el trabajo.

Unos corazones de cartulina roja colgaban la tarde del miércoles del vallado que separa el parque de la avenida de Aragón. Aún seguía en pie esa valla con bancos a ambos lados del parque que ha servido para comer helados, alcahuetear quién pasaba por la avenida, vigilar a los niños, darles la merienda, atarles los cordones o cantarles el “cura sana”.

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