La vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha pedido a los españoles que apaguen el aire acondicionado para consumir menos. Sería de recibo que la casta política predicase con el ejemplo. En el reciente pleno sobre el Estado de la Nación, no se ha visto a sus señorías darle al abanico, señal de que disfrutaban del, denostado para otros, aire acondicionado. Tampoco es creíble que lo hagan en sus mansiones pues nuestros hombres públicos y mujeres públicas, al entrar en la política, suelen abandonar la clase media.
Lejos de ser autosuficientes en materia energética, dependemos completamente del mercado exterior. Sánchez ha roto la amistad de España con Argelia, hasta ahora nuestra principal abastecedora de gas. El puesto ha sido ocupado por Estados Unidos que nos proporcionan, más caro, el gas procedente del fracking, actividad prohibida en nuestro país. Rusia es nuestro segundo proveedor con lo cual, indirectamente, estamos sufragando la invasión de Ucrania. Asimismo, le compramos a Francia energía nuclear. Hablar de producirla aquí es mentar la bicha como para los movimientos antinucleares, del pasado siglo, subvencionados por la Unión Soviética. El Parlamento Europeo ha declarado verde este tipo de energía, junto con el gas, con el desacuerdo de nuestro Gobierno que hace como quien adquiere objetos robados; tiene la conciencia tranquila porque no comete delito pero se beneficia de él.
En Europa, ante esta situación de emergencia, se están reabriendo las centrales de carbón. Aquí las hemos demolido. Todo lo que Occidente deja de contaminar, China lo asume y aumenta construyendo nueva centrales térmicas, de modo que la situación queda igual o peor.
China emite ella sola más gases contaminantes -un 30% del total mundial- que el conjunto de países desarrollados. Extraña que un régimen comunista y, por ser de izquierdas, progresista no se preocupe por el cambio climático. Como extraña también que Greta Thumberg no se haya plantado en Pekín a protestar. Quizá porque los chinos no se andan con contemplaciones y no se iría de rositas. Los hay muy valientes cuando saben que sus actos no van a tener consecuencias.
Al paso que vamos, con la inflación cada vez más alta y el precio de los combustibles y de la energía desbocado, el problema no va a ser apagar el aire condicionado sino poder encenderlo.
Afortunadamente, ya no existe la pobreza energética como cuando gobernaba el PP. Al menos los medios de comunicación no la ven o no la quieren ver y, si la ven, no nos la muestran.