Opiniones

Respeto

Otro año ha pasado. Un año más a las espaldas y uno menos por delante. Un año cargado de propósitos que, como casi siempre, se quedarán por el camino. Envejecemos. Es ley de vida.

Afortunados los que podemos ir arrancando las hojas del calendario. La alternativa no resulta muy halagüeña. Nuestro Año Nuevo empieza el 1 de enero, sin embargo, no en todas partes ni siempre es ni ha sido así. En China y otros países orientales, el inicio del año varía, según los ciclos lunares, entre finales de enero y principios de febrero. El 2025 recae el 29 de enero. Nos regimos por el calendario romano, implantado el 46 antes de Cristo por Julio Cesar, que fijó el comienzo de año el primero de enero. Este calendario siguió vigente en el ámbito cristiano si bien la fecha de Año Nuevo se la hizo coincidir con diversas solemnidades litúrgicas, como el 25 de marzo y el 25 de diciembre, festividades respectivas de la Encarnación y Natividad de Jesús. A partir de la reforma gregoriana de 1582, el 1 de enero fue adoptándose paulatinamente como arranque de referencia del año civil.

Occidente bebe de las fuentes judeocristiana y grecorromana que, a lo largo de centurias, han ido conformando nuestra civilización. No faltan quienes repudian dicho legado y pretenden desprendernos de él. El filósofo Gustavo Bueno se definía como un ateo católico; su ateísmo esencial no le llevaba a renegar del contexto cultural católico en el que había nacido. La religión católica molesta; no es algo nuevo. Decía Agustín de Foxá que los españoles habíamos ido siempre detrás de los curas, bien con cirios o bien con palos. En el presente, no se va ni con los unos ni con los otros. En España no se ha vuelto a la quema de templos como en épocas anteriores, hoy reivindicadas, pero los sentimientos católicos se ven atacados con una virulencia no empleada contra otros credos que responden a los agravios con atentados, como ya ha sucedido en otros países. 

Valientes cuando no corren riesgos, saben bien elegir el objetivo de sus invectivas. Se amparan en la libertad de expresión para burlarse de creencias que no comparten e insultar a los que se sienten ofendidos y protestan, tildándoles de ultras y sembradores de odio. Obviamente, cada uno es libre de manifestar irreverencias e improperios. Pero no en medios públicos pagados por todos. Y esa misma libertad de expresión que reclaman para sí deben admitirla para quienes no piensan igual.

El respeto al ejercicio de la libertad exige reciprocidad. Con demasiada frecuencia, desestimamos las palabras de Mahatma Gandhi: “Respeta para que te respeten”.

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