Opiniones

¿Arte o mofa?

Se dice que los dioses vuelven locos a quienes quieren destruir. No sé si serán los dioses o las élites y agendas que, más que gobernarnos, nos manipulan y manejan las que quieren demoler y cambiar el mundo actual que, como en el título de la película de 1963, está “loco, loco, loco, loco”. Un mundo al revés y cada vez más ignorante y adocenado. Este desquiciamiento se da en todos los órdenes, incluido el artístico. Hace unas semanas, en una subasta en Nueva York, un plátano pegado con cinta adhesiva a una pared alcanzó una suma cercana a los 6 millones de euros; el adquirente, un inversor chino en criptomonedas, prometió comérselo. El precio de la fruta toca las nubes pero el de esta banana ha batido el record. En 2021, en Milán, se vendió una escultura invisible por casi 28.000 euros. Como prueba de su existencia se emitió un certificado de garantía, lo único palpable en el despropósito.

En 2015, una limpiadora de un museo de Milán “destruyó”, cual pérfida talibana, el trabajo plástico de dos autoras vanguardistas que pretendía representar el hedonismo y la corrupción política de los años 80. La composición consistía en una serie de botellas de champán, confeti y desperdicios de una fiesta desparramados por el suelo; la buena señora o señorita los confundió con restos reales de un sarao y, ni corta ni perezosa, los metió en bolsas y los depositó en el correspondiente contenedor. Igual que en chiste, el personal de limpieza de las galerías de arte contemporáneo, antes de empezar sus tareas y tirar algo, en caso de duda, deberían preguntar si la cosa es basura o arte, como en el concurso televisivo. Algo parecido me sucedió en el Museo Reina Sofía de Madrid.

En el recorrido, se entraba en una sala repleta de trastos y paquetes por medio precisando sortearlos para atravesarla. Me sentí gratamente sorprendido, mi casa era una obra de arte sin yo saberlo.

Desde el siglo XIX, el arte reinterpreta, replantea y rechaza los valores estéticos tradicionales y busca nuevas formas de expresión que despierten y transmitan sensaciones y emociones al espectador. Pero no todo lo que se pinta o esculpe es arte. A menudo, se nos ofrecen auténticas patochadas, presentándonoslas como creaciones de un significado tan elevado y sublime que resultan incomprensibles para la inmensa masa acrítica y sin educación. Sin embargo, encuentran aplausos y paganos; y no solo particulares que allá con sus gustos y su dinero. Lo bochornoso es que una institución pública española como el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas gaste, entre 2018 y 2023, casi 3 millones de euros en este tipo de compras y eventos.

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