Se ha adueñado la izquierda, y los conservadores lo entregan sin oponer resistencia del progreso en España, podían argumentar que el verdadero progreso solo es la creación de riqueza, la prosperidad, lo que ofrece más oportunidades y bienestar por ejemplo. El progresismo como la paella, producto típico español, con una proyección maniquea radical, universal, que acapara todas las facetas de la vida social se ha convertido en el “Bien” absoluto. Todo lo que dicen, hacen o tocan los grandes hechiceros de esta secta del progresismo, no necesita demostración ni esta a discusión, es bueno por naturaleza, siempre, es el Bien.
Comunistas radicales, clásicos, estalinistas, defensores de dictaduras que asesinan a sus ciudadanos que arruinan sus países que empujan a las mujeres a la prostitución para sobrevivir y provocan una emigración masiva para huir de la miseria y el hambre, se les da un baño de progresismo y ¡oh! milagro se convierten en respetables y respetados actores políticos, como don Iñigo Trescomidas.
Estamos a punto de reeditar el capítulo más devastador y triste de nuestra historia el “Frente Popular”: El Partido socialista que se ha vendido por el reguero de puestos bien remunerados y los privilegios que se pueden otorgar desde el poder, con un líder ambicioso, con menos luces que un tractor sin batería, pero que se cree un visionario, que quiere hacer historia, con comunistas de todos los colores y renegados de todas las calañas ha hecho un frente común, “progresista” para
liquidar la España constitucional, para llevar a el país a una nueva etapa, a la Unión de Repúblicas Ibéricas, por ejemplo. El estado de las autonomías nos ha llevado al borde del precipicio, Pedro Sánchez está dispuesto a arrojarse arrastrándonos a todos.
Sánchez no va a hacer historia, nos llevara a repetir la del 1930.