William Shakespeare que, según el Institut Nova Història, no era inglés sino catalán igual
que Cervantes, santa Teresa de Jesús, Colón, Erasmo de Róterdam, Leonardo da Vinci y un largo
etcétera, escribió: “El tiempo es muy lento para los que esperan, muy rápido para los que temen,
muy largo para los que sufren, muy corto para los que gozan. Pero, para quienes aman, el tiempo
es eterno”. Lo cierto es que, conforme uno se va haciendo mayor, más rápidamente transcurre el
tiempo. Es el tempus fugit (el tiempo vuela) de los clásicos. De niños, los años nos parecían
avanzar a paso de tortuga y, ahora, no es que vuelen, es que traspasan la barrera del sonido.
Al mirarnos a diario en el espejo, no percibimos que vamos envejeciendo. Si nos cruzamos
con algún conocido a quien hace tiempo que no vemos, pensamos: “¡Qué viejo está!”. Y esa
persona opinará, seguro, lo mismo de nosotros. Como decía la canción: “Cada cual cree que no
cambia / y que cambian los demás”. La prueba del algodón de que nos hemos hecho mayores es
cuando, estando en una cola, llega alguien y pregunta por el último o la última y la respuesta ya
no es “ese chico” o “esa chica”, sino “ese señor” o “esa señora”. Confieso que la primera vez se
me cayó el alma a los pies. Después, ya se va aceptando el nuevo estado. Y no creo haber sido el
único a quien le haya sucedido lo mismo.
Las fotografías ponen en evidencia la carrera del tiempo. Pero no hay que abatirse por ello.
Hemos de asumir la edad que vamos alcanzando y vivirla y disfrutarla con plenitud. Si malo nos
parece cumplir años, mucho peor es no cumplirlos. Además, la madurez cuenta con algo de lo que
carece la juventud, la experiencia. Sin embargo, hoy no solo no se valora sino que se desdeña.
Otra consecuencia de hacerse mayor es que los recuerdos –buenos y malos- afloran vívidos
desde un ayer cada vez más distante. No nos acordamos de lo hecho el día anterior pero nos
vienen a la memoria acontecimientos de nuestras vidas que teníamos olvidados y llenos de polvo
y telarañas en un rincón de la memoria.
El tiempo también es relativo como ya explicó Albert Einstein y lo demuestran nuestros
políticos. Los 29 segundos de Sánchez andando al lado del Presidente de los Estados Unidos,
Joe Biden, han dado para una reunión bilateral entre gobiernos. Tardó más en explicar en la rueda
de prensa los temas tratados que el tiempo que estuvieron caminando juntos. Eso es aprovecharlo
con efectividad que es lo que importa. No hay que confundir cantidad con calidad.
TEMPUS FUGIT
Jesús Moreda