Cultura

El Carmen de Alcañiz: lo que se conserva y lo que se deja perder

La Cofradía del Carmen de Alcañiz organizó dos charlas para dar a conocer la historia de la iglesia y del convento de los carmelitas de la ciudad y el proceso de restauración de la hornacina de la fachada de la iglesia que da a la calle del Carmen. Se impartieron ayer un palacio Ardid repleto de público a cargo de dos expertos alcañizanos.

El historiador del arte Jorge Martín hablo de la historia de iglesia y convento relacionando ambos edificios con el Convento del Desierto de Calanda, también de los Carmelitas Descalzos. Ambos, dijo guardaban una diferencia en la espiritualidad, al estar el calandino en un lugar aislado.

Tras comparar sus construcciones y diseños con los de otros conventos españoles, Jorge destacó el mal estado de conservación en el que se encuentran ambos edificios, especialmente el de Calanda, seguido del Alcañiz, cerrado desde el 2003.

La restauradora Miriam Tomás hizo una didáctica exposición sobre su intervención en la hornacina del Carmen que, por cierto, se encargó de revisar esta semana, pues al estar a la intemperie es necesario su seguimiento y se prevé que se requerirán nuevos retoques.

Se trabajó, dijo Miriam, añadiendo el material que faltaba de manera que se diferenciase bien lo añadido y sin que la intervención molestase visualmente. También se dio la forma mínima a los elementos que lo requerían para ayudar a interpretar el conjunto, “pero sin rehacer”.

Todo el proceso fue documentado, ya que la intervención podría ser de ayuda en futuras restauraciones. Además, dijo, se tiene que dar a conocer al público “y para eso estoy aquí”.

Como curiosidades, indicó, en su origen se usó pintura al temple, que se estropea antes a la intemperie, y no a la cal, que es la que solía usarse en esos casos por ser más resistente en exteriores.

Tenía mucha suciedad adherida por encontrarse en un lugar húmedo, lo que requirió una limpieza muy delicada para no eliminar nada más que esa suciedad.

En cuanto a la pintura, dijo, aparecieron capas de purpurina roja y de panes de oro y plata que, podría ser dijo, que fuesen del siglo XVI para sintonizar con el retablo.

La conservación de las partes reintegradas se realizó con pintura acrílica aplicada por pulverización para permitir la traspiración ante el problema de la humedad del lugar.

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