Las muñecas de Famosa ya no se dirigen al portal –las pobres, al fin, pueden descansar de tan largas caminatas- ni se acepta pulpo como animal de compañía. Lo cierto es que estas Navidades no se han anunciado juguetes en las televisiones. Ni casi turrones. En cambio, nos han ametrallado con colonias y, dado el oraje de esta estación del año, también, con antigripales.
Tal vez sea debido a que los niños actuales han desertado de los juguetes de toda la vida y demandan, a Papá Noel y a los Reyes Magos artilugios de alta tecnología con los que no necesitan a nadie para distraerse. Los esparcimientos tradicionales han sido desterrados. ¿Se juega todavía a las canicas? ¿Y a las muñecas? ¿Y a los indios? ¿Y a la goma? Hay que convenir que aquellos juegos presentaban una parte negativa pues resaltaban los roles masculinos y femeninos aunque, igualmente, había actividades que compartíamos unos y otras. Y con ellos pasábamos horas y horas en la calle disfrutando. Hoy, los juegos de pantalla han desplazado a los tradicionales que ya ni se conocen y se han convertido en piezas de museo.
Los tiempos han cambiado. En algunos aspectos, a peor. En las ciudades, no se puede jugar en la calle, como hacíamos en mi época, por la inseguridad y las vigentes formas de vida.
Y esta imposibilidad de espacios abiertos donde corretear junto al abuso de los juegos electrónicos llevan a la adicción hacia estos nuevos modos de pasar el tiempo -cada vez son más numerosos los casos que requieren tratamiento terapéutico-, incrementan el sedentarismo, con la obesidad consecuente, y originan individuos con dificultades para saber jugar en compañía.
Son jugadores solitarios incapaces de socializarse y relacionarse con otros niños y presentan limitaciones para desarrollar su creatividad e imaginación. Antes, había que obligarnos a volver a casa; ahora, sucede lo contrario; a las jóvenes generaciones hay que forzarlas a salir de su voluntaria reclusión lo que, en no pocas ocasiones, provoca reacciones violentas. Las modernas tecnologías nos aportan múltiples ventajas pero, como en todo, es preciso hacer de ellas un uso responsable y sano, de lo contrario, nos veremos precisados a hacer frente, en un futuro no muy lejano, a graves problemas conductuales. Como decía Pitágoras, filósofo y matemático griego del siglo V antes de Cristo: “Educa al niño de hoy y no castigarás al hombre de mañana”.