Mika Waltari fue un prolífico escritor finlandés del pasado siglo que cultivó principalmente la novela histórica. Al igual que otros muchos autores, ha sido ignorado por los guionistas cinematográficos que versionan hasta el hastío un contado número de obras literarias. Como sucede en “Cine de barrio” que, año tras año, repiten las mismas películas y sólo muy de tarde en tarde incluyen algún film nuevo. La creación más célebre de Waltari es “Sinuhé, el egipcio” publicada en 1945 y llevada a la gran pantalla nueve años después por Michael Curtiz, el director de la mítica “Casablanca”.
La acción transcurre en el Egipto del siglo XIV antes de Cristo durante el reinado del Akenatón que quiso implantar el monoteísmo en torno al dios Atón. El protagonista, que da nombre a la novela, es abandonado como Moisés en un cesto de cañas en el río Nilo y recogido por un médico que lo adopta. Sinuhé sigue los pasos de su salvador llegando a convertirse en galeno del faraón al tiempo que se obsesiona por conseguir los favores de una cortesana. Antes se la llamaría zorra, apelativo eurovisivo que el feminismo ya no considera un insulto para la mujer sino un elogio –los piropos están vetados- empoderador. El empleo de este epíteto no es algo novedoso. En 1983, en plena movida madrileña, ya lo utilizó el grupo bilbaíno femenino de punk rock, “Las Vulpes”, en la canción “Me gusta ser una zorra”. Igualmente, se montó una escandalera.
Volvamos con la novela. El personaje de la meretriz, llamada Nefer, es interpretado por la amante del productor. Sus desavenencias con Marlon Brando, que iba a protagonizar la cinta, motivaron la renuncia de este al papel. Nefer se aprovecha de la pasión de Sinuhé por ella y, a cambio de sus favores que nunca satisfará, le despoja de su patrimonio. El médico, desquiciado, hasta le entregará los sepulcros de sus padres adoptivos que, privados de sus vidas de ultratumba, se suicidan. Sinuhé acaba arrojado a la calle sin ver complacida su lascivia y arruinado.
Junts per Catalunya es la Nefer de la política española. Sabe que cuanto pida a cambio de sus escasos pero necesarios siete votos lo obtendrá de nuestro Sinuhé patrio con tal de mantenerse en el poder sin importarle las consecuencias de sus decisiones ni malbaratar nuestro futuro. Y cuando nos hayan exprimido del todo, lo dejarán plantado. Las puertas giratorias, él las tiene aseguradas. Y bien forradas. Como Luis XV de Francia, previendo la revolución a la que facilitó el camino con sus errores, puede decir también: “Después de mí, el diluvio”.