Quedan apenas cuatro meses para las elecciones municipales y los pueblos y ciudades de España se han llenado de obras, en ocasiones innecesarias mientras que otras que sí lo son no se emprenden. Por lo general, estos trabajos se demoran hasta el final de las legislaturas para que los gobiernos locales puedan demostrar y presumir de algún resultado en su gestión. En la mayoría de las comunidades se celebrarán también elecciones autonómicas. Y las generales, en diciembre, data en que está prevista la inauguración, por fin, del hospital de Alcañiz que, con total seguridad, contará con la presencia de las más altas autoridades desplazadas, naturalmente, hasta donde sea posible en falcon que no contamina y no contribuye al cambio climático. Se dice que todos los años deberían convocarse elecciones de algún tipo pues los gobernantes de cualquier cota administrativa nos ofrecen a la ciudadanía el oro y el moro para captar nuestro voto. Aunque ya se sabe que las promesas de los políticos en las campañas electorales son humo y solo los muy sectarios que pululan por cada partido se las creen y, lo que resulta más penoso, justifican su incumplimiento.
El tiempo vuela y las noticias y polémicas se suceden tan vertiginosamente que se tapan unas a otras sin darnos tiempo a escandalizarnos. Los expertos en el tema -estos sí existen- son muy hábiles en desviar nuestra atención de lo que realmente interesa y manipularnos y anestesiarnos. Pero el nivel baja cada vez más. Una canción que una artista dedica como venganza a su expareja se convierte en primera noticia en los medios de comunicación y en las redes sociales.
O la separación de una señora archifamosa por desconocidos méritos y un premio Nobel pregonada a bombo y platillo un 28 de diciembre. Al principio, creí que se trataba de una inocentada como las que antaño, en tal fecha, colaban en broma los periódicos e informativos de radio y televisión; siempre caía algún alma cándida y descubrir el gazapo se convertía en un divertimento. Hoy, por el contrario, diariamente se publican en serio inocentadas y la mayoría picamos. Preocupados en estas simplezas, nos van colando absurdos y desafueros y nosotros callados mirando para otro lado sin enterarnos o sin querernos enterar. Poco nos pasa.
Tengamos un poco de paciencia. Pronto dejaremos atrás este lapso de palabrerías y promesas vanas que suelen quedarse en nada. Tampoco es que seamos mucho de leer y recordar los programas electorales de los partidos a fin de poder pedirles cuentas al final de su periodo de mandato. Lo dicho. Paciencia y, dentro de cuatro años, otra vez. Obras y buenas razones.