Opiniones

Tempus fugit

Chino chano, ya hemos traspasado el ecuador del año y entrado en plena canícula. Como decía el clásico: “Tempus fugit”; el tiempo pasa. Y lo hace de manera inexorable. Conforme celebramos cumpleaños, la velocidad a la que discurre se acelera. De niños y adolescentes, ansiábamos convertirnos en adultos para liberarnos de las cortapisas paternas y disfrutar de no sé qué ventajas y prerrogativas. Entonces, los años y los cursos escolares se nos hacían interminables, eternos. Y eso que los periodos lectivos no eran tan largos como los actuales y disfrutábamos de más vacaciones y días festivos. Ahora, alcanzada más que sobradamente la anhelada mayoría de edad, nos preguntamos el porqué de aquella  absurda prisa por crecer cuando en la infancia éramos verdaderamente felices.

El problema no es dejar atrás la infancia y adolescencia y hacernos mayores. El problema es que el proceso no se detiene ni tiene freno y el tiempo sigue su curso arrollador cargando su peso sobre nuestros hombros. Al principio no lo apreciamos; nos sentimos incansables, pura actividad y energía. Pero poco a poco vamos notando sus efectos en los cuerpos. Perdemos el pelo o se encanece y ganamos peso, los surcos se incrustan en los rostros y comienzan a dolernos las articulaciones y nos fatigamos más; algo que antes no sucedía. El espejo nos miente. Al mirarnos a diario, no nos permite advertir los estragos causados por los años. Pero las fotografías, crueles, nos arrojan la verdad a los ojos. Nos hacemos viejos o, eufemísticamente, mayores. Las verdades ofenden y más bajo esta dictadura de lo políticamente correcto. Hay que andar con pies de plomo y medir las palabras. Todo molesta y agravia y hay que disfrazarlas llamándolas de otra manera.

El tiempo pasa y pasan también las personas. Por ley de vida, vamos diciendo adiós a quienes nos han precedido, a veces prematuramente, poblándose los cementerios de nombres conocidos, familiares y amigos. Y algún día, más tarde o más temprano, es inevitable, nos tocará a nosotros y, del mismo modo, también nos habrán de despedir los que vienen detrás empujando.

Queramos o no, nos hacemos viejos y la alternativa no resulta muy recomendable. Existen remedios –generadores de cada vez más prósperos negocios- para no envejecer o retrasar el natural deterioro de nuestro organismo. Pero de nada sirve si seguimos marchitándonos por dentro; y esto depende, en buena parte, de nuestra actitud personal. No envejecemos sólo cuando se nos arruga la piel sino cuando también se nos arrugan los sueños y las esperanzas.

Otros artículos de opinión

Respeto
Respeto 15/01/2025
Image