Opiniones

Toros

Hace unas semanas, el ministro comunista de Cultura eliminó el Premio Nacional de Tauromaquia. La reprobación de las corridas de toros no es una actitud de ahora sino que viene de lejos. Tampoco emana de posiciones progresistas. Todo lo contrario. Los festejos taurinos surgen en la Edad Media. Así lo testimonian romances y documentos. Y ya por entonces, aparecieron posturas opuestas a ellos que procedían de la Iglesia. Muchos clérigos condenaron la “crueldad inútil” y la “brutalidad” con que se trataba a los animales. En el siglo XVI, el papa san Pío V castigó con la excomunión tanto a los participantes como a los concurrentes a dichos espectáculos. La protesta de Felipe II hizo que el anatema se limitase a la clerecía.

Al contrario de los Austrias, los Borbones -y por ende la aristocracia- despreciaron estos espectáculos al considerarlos indignos y propios del vulgo. Y los prohibieron. Pero el pueblo hizo caso omiso y continuó celebrándolos. Y dado que la nobleza a caballo ya no tomaba parte en los mismos, se fue configurando el toreo a pie. Goya, gran aficionado, lo plasmó en sus grabados sobre la Tauromaquia. En el siglo XIX, las Cortes Españolas plantearon vetarlos en numerosas ocasiones.

Hoy día, el antitaurinismo se debe a motivos políticos además de los animalistas, al considerar los toros como algo propio de la carcunda y de la “fachosfera”. El mundo de la cultura se ha dividido en favor y en contra. Manuel Machado fue un decidido defensor de la fiesta mientras que su hermano Antonio basculó del pro al rechazo, actitud esta compartida por el nobel Juan Ramón Jiménez. La Generación del 27, llamada también de la República, fue, sin duda alguna, el grupo literario más proclive a los toros. Entre los máximos valedores, Rafael Alberti que, incluso, se vistió de luces e hizo el paseíllo en el albero de Pontevedra, y Federico García Lorca, autor de una de las más grandes elegías de nuestra Literatura en la que llora la muerte de su amigo, el torero Ignacio Sánchez Mejías, principal promotor y catalizador de tal movimiento. Miguel Hernández escribió biografías de matadores para la Enciclopedia Taurina de José María Cossío. En su poesía, alude, con frecuencia, a los toros que, asimismo, fueron la gran pasión de Pablo Ruiz Picasso. A lo largo de su larga y fecunda vida, no cesó de reproducirlos en sus pinturas y esculturas. Entre otros aficionados progresistas, como los anteriores, se cuentan Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina.

A García Lorca pertenecen las siguientes palabras que de seguro extrañarán y escocerán a algunos: “El toreo es, probablemente, la riqueza poética y vital de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido, principalmente, a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo”.

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Respeto 15/01/2025
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