Después de dos años de forzado silencio a causa del covid-19, esta Semana Santa, vuelven los tambores y los bombos a impregnar la primavera bajoaragonesa de emociones y redobles; redobles que han sido declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Los pasos, capirotes y terceroles recorren, de nuevo, las calles de nuestros pueblos. No podemos ni debemos olvidar estas tradiciones seculares que nos definen y que han copiado otras localidades ni tampoco marginar su origen religioso que es su razón de ser. Nuestra Semana Santa es algo más que un espectáculo para turistas atraídos por su espectacularidad. Es un sentimiento que anida en los corazones de casi todas las gentes de esta tierra que la viven con pasión.
Somos muchos los bajoaragoneses que no faltamos a la cita anual con la Semana Santa y participamos en mayor o menor medida en sus actos. La Semana Santa de Alcañiz, en los últimos tiempos, se ha revitalizado. Las diversas hermandades y cofradías se han esforzado en que así sea dándole un remozado esplendor con nuevas peanas, estandartes,
faroles… Hace mucho, se suprimió la procesión del “Bis Bis” de los lunes que trasladaba a la Virgen de los Dolores hasta la iglesia de las dominicas o de San Francisco de donde salían, al día siguiente, para el “Encuentro”. En la actualidad se ha completado ese hueco con el Pregón de la Semana Santa. Acompañaban a la Virgen, además de la chiquillería, los infantes hoy recuperados -y ya niños y niñas- en el martes santo. Las mujeres se sumarían a los desfiles procesionales bajo los capirotes y tocando el tambor a finales de los años 70.
El que los pasos sean portados a hombros con su rítmico balanceo confiere prestancia a nuestras procesiones. El avanzar sobre ruedas los desluce a mi parecer. Lejos de la grandiosidad y majestuosidad de los tronos de Málaga y de otros lugares, nuestras imágenes, en su modestia, no desmerecen. Es impresionante verlas pasar por las calles estrechas de Alcañiz al son de los tambores. Otro acierto ha sido incorporar una jota en la procesión del “Vía Crucis” o del “Encuentro”. Si en Andalucía cantan saetas, ¿por qué no interpretar una jota?
Hemos de valorar y defender lo nuestro y no permitir que ningún velo lo cubra y lo vaya desvirtuando. Este año, por fin, vuelven a sonar los tambores.