Cuando va llegando el final del año todos no vamos preparando para celebrarlo con amigos y familiares. Algunos realizan rituales para que esa noche mágica que nos pasa de un año a otro les traiga bueno augurios y beneficios.
El año 2020 fue un año raro y vivimos una pandemia. Primero, con escepticismo y luego, con poco o bastante miedo no fuimos aclimatando a una nueva manera de vivir. No abrazos, no besos y alejarnos de nuestros mayores. Ha sido difícil de digerir y difícil acostumbrarse a los datos de los muertos diarios. Datos de muertos impersonales quese dan de refilón no sea que la población se agobie. Nos han tratado como a niños, teniéndonos entretenidos y alejados de la realidad. Una realidad que nos es ajena hasta que nos toca de cerca.
Manteniéndonos en este sistema infantil, no es de extrañar que salgan negacionistas y adeptos a especulaciones y conspiraciones varias.
Este año me comí las uvas a las diez de la noche y luego me metí con un libro a la cama.
Cuando sonaron las doce campanadas estaba en un sueño profundo. Sólo era un día más, una noche más. Lo celebraré cuando se acabe la pandemia.
Pero por lo visto hay personas que pensaron que con sólo llegar el 2021 iban a desaparecer todos los males de la humanidad y se dedicaron a celebrar su llegada como si no hubiera pandemia. Ahora estamos en la tercera o cuarto ola, no se ponen de acuerdo y, claro, la culpable es la población. Y no digo yo que no tenga una parte de culpa, pero la culpa en este caso es de los dirigentes que sabiendo lo que iba a pasar desaparecieron y nos llenaron las poblaciones de luces para que no nos olvidásemos que era Navidad y había que celebrarla.
Había que salvar la Navidad aún sabiendo que iba a costar vidas.
Ahora hemos llegado a 2021 y las noticias no son muy buenas, estas semanas serán muy duras.
Y por si no es suficiente, hay personas que todavía no entienden que sus decisiones de salir de casa con la covid o de avisar a sus amigos o compañeros de trabajo para que no los nombren en el seguimiento cuestan vidas. Estamos hablando de muertes, que todos ven ajenas, pero siento decirles que se pueden convertir en propias ante tanta inconsciencia.
Yo no sé los demás, pero me siento huérfana. A veces me produce un gran pesar ver como la clase política está más interesada en estadísticas electorales que en dirigir esta pandemia. Y lo de ahora, no tiene nombre, políticos que se ponen la vacuna antes que a la población de riesgo, sanitarios y demás personal que están en primera línea. Me produce una gran tristeza la deshumanización que muestran. No creo que nos merezcamos la clase política que tenemos.