Todos sabían de su existencia. Pasaban junto a él mirándolo como quien se acerca a lo desconocido, con miedo e incluso terror.
¿Qué misterios escondería en su interior? De generación en generación se transmitía el temor a que un valiente se atreviera a abrirlo y sacar a la luz su contenido.
Mejor cerrado que abierto, mejor la ignorancia que la sabiduría ya que esta podría llevarles a una situación comprometida y a un trabajo que nadie quería acometer.
Un día, de esos que nadie sabe el porqué, amaneció y aparecieron unos personajes nuevos que desconocían el miedo y al pasar junto a él y verlo cerrado se atrevieron a abrirlo.
Era un cajón grande, de madera vieja y lleno de papeles, informes, estudios y proyectos de obras que nunca, hasta ese momento, vieron la luz. Les pudo la curiosidad de los recién llegados y hojeándolos encontraron parte de sus reivindicaciones solicitadas en su día y de las que nunca obtuvieron respuesta. Allí estaban los estudios de carreteras como la A68, la A40, la A25, actuaciones contra la despoblación como la extensión de la banda ancha por toda la provincia soluciones a la paupérrima sanidad, adecuaciones a la política educativa… en definitiva la VIDA DE TERUEL.
Y se pusieron a trabajar, a desempolvar, a actualizar los ya caducados y llevarlos a la mesa del responsable de turno para que se empezase una nueva historia de la provincia de Teruel.
A algunos se les consiguió ver la luz y otros se pusieron en el montón de ejecutables.
A ese “grupo de locos atrevidos” se les conocía como representantes de TERUEL EXISTE y consiguieron en muy poco tiempo más que otros, si los que miraban el cajón cerrado, en movilizar política y socialmente a la provincia.
Ahora todos quieren ponerse medallas de su intervención y trabajo por Teruel, ahora que ya se ha abierto el cajón del miedo, sólo que mirando el diario de sesiones del Parlamento no aparecen ni sus nombres ni sus intervenciones.