Las plataformas de contenidos audiovisuales en streaming nos salvaron a más de uno el confinamiento. Series a mansalva, algunas películas de nueva factura y otras más antiguas pero que revisitamos con igual avidez, dibujos animados para las horas muertas en las que los pequeños de la casa se alteraban más,... En definitiva, cientos de materiales fueron introducidos con puntualidad digamos que británica en Netflix, Amazon Prime, HBO o Disney +, por citar las más populares, y nos entretuvieron durante los días más extraños del año 2020.
Al parecer también aumentó el número de páginas leídas de libros. Y no olvidemos la cantidad de eventos culturales online que se emitieron durante aquellos días. Los grupos ofrecían conciertos confinados y se retransmitían eventos culturales sólo accesibles anteriormente de manera presencial y previo pago. En definitiva la cultura fue un oasis de paz en medio de la tormenta. Y con el paso de los meses la realidad nos ha demostrado que sigue siéndolo y que además lo es de un modo seguro.
Así pues las circunstancias de la pandemia supusieron el lanzamiento definitivo para las cuentas de resultados de gigantes del entretenimiento como Netflix. Resultados que habían ido “in crescendo” en los últimos años gracias a la edad de oro televisiva que las plataformas de cable americanas habían iniciado a mediados de la primera década de este siglo.
Los grandes clásicos de culto televisivos de HBO datan de principios de los 2000: Los Soprano, A dos metros bajo tierra, Hermanos de sangre, The wire,... Todas ellas fueron en parte detonantes del cambio de consumo televisivo. Las series de televisión dejaron de ser B para entrar en la élite del buen gusto cultural.
Primero los más seriéfilos éramos los que nos volvíamos locos por buscar la forma de ver los capítulos nuevos. Con la llegada de la televisión de pago en España estos contenidos se fueron haciendo más accesibles aunque seguían siendo caros para muchos bolsillos. Y en 2004 se estrenó la serie que lo cambió todo: Perdidos. Es en ese momento cuando realmente empezamos a conocer y sentir lo que es el “hype” televisivo, las ganas de más, el enganche absoluto a un producto audiovisual. Vamos justo la estrategia que con el tiempo Marvel por ejemplo ha perfeccionado aún más.
Semana tras semana durante siete temporadas hordas de fans nos hinchamos a elucubrar acerca de qué pasaría en el siguiente episodio de aquella serie de ciencia ficción y aventuras totalmente original y maravillosa. Con el final mejor correremos un tupido velo.
Luego llegó más madera con Mad Men, Juego de Tronos, House of Cards, The Walking Dead, Breaking Bad,... y el consumo de series de calidad masivo ya era una realidad que se extendía como la pólvora. Y entonces, concretamente en 2015, Netflix llegó con su sistema de televisión bajo demanda y a precio popular y dio una nueva vuelta de tuerca.
A partir de ahí ya podíamos ver lo que queríamos todo de golpe y cuando quisiéramos.
Conocimos el concepto de “atracón de serie”, o lo que viene siendo, aquello de “un capítulo más y a dormir”. Y aunque aumentó exponencialmente la cantidad de contenidos la calidad empezó a flojear. Para mí ese fue el punto de inflexión a partir del cual dicha calidad ha caído en picado. Está claro que en 2021 tenemos productos maravillosos que nos sorprenden como la deliciosa Mare of Eastown que se ha marcado HBO esta primavera, y que recomiendo encarecidamente con Kate Winslet de protagonista, pero realmente estos diamantes son escasos y se encuentran con cuentagotas en un mar de contenidos inagotable en el que el usuario se pierde “zappeando” por la pantalla de su tablet o smart TV antes de caer dormido.
La saturación actual en mi opinión conlleva a un cambio de tendencia sobre el consumo televisivo nuevamente. El futuro del mercado audiovisual está ahora marcado por las grandes productoras de cine que han apostado por los estrenos simultáneos en salas de sus producciones y en streaming al mismo tiempo con un suplemento de coste. Ejemplo reciente el de Viuda Negra de Marvel. Se puede ver en cines y también en casa en opción “prime”. Saben que la batalla está decantada hacia las plataformas televisivas y los autores cada vez se dejan seducir más por los proyectos que éstas les proponen. Muchos empezaron hace tiempo como productores simplemente, como Martin Scorsesse en Boardwalk Empire y otros ya hacen de “showrunners” de series para la televisión sin complejos como David Fincher en Mindhunter. Todo cambia y aún cambiará mucho más. El mundo audiovisual como el mundo en general está muy muy revuelto.