Si hay un proyecto que ha sido capaz de generar noticias, y polémica, incluso antes de su nacimiento es Motorland. Desde quienes defendían la singularidad del antiguo circuito urbano, frente a quienes creyeron en el macroproyecto que supuso en su día Motorland. Muchas recordamos aquella maqueta expuesta en un local de la Plaza Mendizabal que emulaba a las mejores construcciones y edificios que se construían a lo largo de la geografía española, y que lamentablemente hoy muchas de ellas son obras inacabadas, inasumibles o simplemente toneladas de metros cúbicos de hormigón abandonados.
Motorland fue tomando forma poco a poco gracias a ingentes cantidades de dinero, siempre público y siempre con polémica.
Cuando en 2010 se cayó del calendario de MotoGP el circuito de Hungría, parecía que se abría una ventana de oportunidades y un seguro de viabilidad para el circuito alcañizano. Un escaparate al mundo y muchas posibilidades de desarrollo para nuestras Comarcas. Lo que no se tuvo en cuenta entonces, o no se quiso tener en cuenta, es que estábamos en las manos de Dorna.
Los contratos con Dorna se han ido sucediendo gracias al FITE, mientras, se cuestionaba el impacto económico del Gran Premio y la Cámara de Cuentas de Aragón presentaba su informe en el que afirmaba que los informes sobre la viabilidad del proyecto eran “tramposos e incongruentes” y que contenían “imprecisiones, fallos y contradicciones”.
Esta semana Dorna decidía que a partir de 2021 celebrará el evento de MotoGP cada dos años, lo que todavía reducirá más los ingresos en el territorio.
Cuándo empresas públicas dependen para su sostenibilidad del beneplácito de empresas privadas el resultado es este, cada uno mira por su bolsillo.
A Dorna le salen las cuentas, y las deudas de Motorland las pagamos entre todos. Solo nos queda confiar que el año que no tengamos carreras, los siete millones de euros correspondientes se queden en el Bajo Aragón. Pues eso, confiemos.