Opiniones

El Aljez

Hace poco me ha tocado hacer un informe técnico sobre la restauración de una fachada hecha con ladrillo y aljez. No es el primer caso. Y tampoco es la primera vez que me enfrento al problema de los yesos actuales frente al yeso tradicional, mucho mejor. La imperfección lo ha hecho superior. La
imperfección en la selección de la piedra original, en la cochura, en la molienda, en cada una de las fases de su elaboración, sin los controles
mecanizados del yeso industrial, que es justo lo que le da su calidad. Es difícil encontrar un yeso tan bueno hoy en día.

Y me acordaba de una experiencia fantástica que viví hace diecisiete años en Aguaviva. Se habían organizado unas jornadas sobre el Aljez, y, además de una serie de conferencias técnicas con presencia de un etnólogo, Guillermo Allanegui, el profesor titular de Petrología, Juan Mandado –uno de los mejores que tuve en la carrera- y el arquitecto Ignacio Gracia, también se encendieron unos hornos de yeso a la manera tradicional en la zona llamada “El Aljezar”, por algo será.

Aquella fue una vivencia imborrable. Recuerdo cómo aquellos hombres, ya mayores, que aún habían fabricado yeso, iban rompiendo la piedra a golpe
certero de mallo y la iba colocando perfectamente hasta componer la cúpula del horno. Recuerdo el encendido, cuidando mucho el tipo de leña y la llama.

Pero sobre todo recuerdo cómo lo alimentaron durante toda la noche. Era principios de marzo, aún hacía frío, y había que vigilar que no bajara la
temperatura del fuego, así que se había habilitado una especie de jaima y a golpe de vino, buenas viandas y orujo pasamos las horas aprendiendo de
aquellos sabios tanto o más que de los que habían dado las charlas. No puedo olvidar al “Machote” el lampista de Aguaviva -que poco después moriría como consecuencia de un rayo- divertido, dicharachero, ameno, un gran hombre.

Uno de los personajes más singulares que he conocido en mi vida. Puede que él también pensara lo mismo de mí, puesto que no estaba acostumbrado a que una mujer comiera y bebiera al mismo ritmo que los hombres y aguantara
como uno más.

Gracias a todos ellos, aquel fin de semana aprendí muchas cosas sobre el aljez que luego he podido ir aplicando en mi trabajo, como el otro día. Igual que he aprendido otras veces de curtidos canteros o de buenos albañiles. La sabiduría también reside en las manos. Y sobre todo, en la experiencia.

Geóloga/petróloga especialista en restauración.

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Respeto 15/01/2025
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