Recuerdo muchas veces a Molina, el alcañizano de adopción que en tiempos de Franco, sin ningún escrúpulo ni miramiento, ante las fuerzas vivas y a medio momificar del Régimen gritaba en la calle Alejandre, cuando la calle Alejandre era la calle Alejandre; ¡viva la república!, con un tono particular que alargaba la u mientras daba un derechazo torero, capeando al mundo entero que sólo él sabía ponerse por montera. Los que lo veíamos, no tan valientes como él sonreíamos con su gesto y con la cara malcarada de los franquistas.
Ahora son muchas las voces, sin la misma compostura de Molina, ni su saber estar, que se ponen a gritar en favor de la república y yo que conocía la república a la que jaleaba Molina, desconozco totalmente la República de la que hablan los que la ensalzan ahora. ¿Una república familiar y dictarorial como la cubana?, ¿una república hereditaria como la de Corea del Norte?, ¿una república popular?, ¿una república como la de los genocidas Mao o Stalin?, ¿una república federal?, ¿una república presidencial?, ¿una república de repúblicas?, ¿una república bananera?, ¿una república cantonalista?, ¿una repúbllica a lo Trump?,...
Los que gritan ¡viva la república!, deberían especificar, no vaya a ser que los de la república popular se encuentren con la de Trump o los que la quieren cantonalista se la encuentren presidencialista.
Mientras se van definiendo yo me quedo con la de Molina, que los dos sabíamos de qué iba. ¡Viva la repúúúúúúúúúúúúública!, con una verónica al alimón y a puerta gayola.