Pasadizos de Alcañiz
Después de documentar fotográficamente el espacio, decidí salir al exterior, donde me espera Miguel Ángel Gil. Al doblar la esquina del pasadizo en ángulo de 90 grados, eché el pie y me hundí en el agua hasta la rodilla. Parece tratarse de un agujero escavado. Con un palo de madera compruebo que tiene una profundidad de unos 40 centímetros. Aparentemente no tiene pinta de que continúe y más bien parece ser una especie de receptáculo en el que recoger posibles escapes de agua, aceite o vino cuando esta clase de bodegas estaba en el apogeo de su funcionalidad.
En este edificio, pese a la monumentalidad y originalidad de sus espacios subterráneos, tampoco encontré evidencias que constatasen una comunicación subterránea exterior con otras zonas de la ciudad.
Autor: Javier Zardoya.
Más información en: http://zardoya.blogspot.com/p/pasadizos-de-alcaniz.htm
A partir de ahí sigue otro tramo completamente recto de unos cuatro o cinco metros de longitud hasta desembocar en una estancia semicircular.
Todo ello está excavado en roca y sigue como el primer día en que fue construido. Aparentemente, no parece que tenga salida. Parece una más de las numerosas bodegas que pueblan el casco urbano de Alcañiz, aunque posea la particularidad de su perfecto estado y los laberínticos entresijos de su interior. Quizá sea ésta una de las razones que ha llevado a la fantasía popular a elaborar teorías "conspirativas" de todo tipo entre esta casa y la red de pasadizos de la ciudad. Parece algo razonable.
Autor: Javier Zardoya.
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Bajamos un nuevo tramo de escaleras. Calculo que ya debemos de andar sobre los seis metros bajo el nivel de la calle.
Al final del tramo de escalera, evidentemente toda escavada en la roca, hay una especie de pasadizo. En aquellos días estaba inundado de agua en unos veinte centímetros de altura. Aunque está muy clara y parece proceder de infiltración de la propia roca madre, en pleno mes de octubre no me apetece demasiado darme un chapuzón, así que me fui a buscar unas botas de agua, que desde hacía meses constituían uno de mis "utensilios" de periodista, junto a la grabadora, la libreta o la cámara de fotos en la búsqueda de los pasadizos alcañizanos.
El pasadizo tiene aspecto trapezoidal y forma una especie de L, es decir, hay un tramo inicial de unos cuatro metros completamente rectos, y luego gira en 90 grados a mano derecha. Su altura es de unos 180 cm. Sus paredes están perfectamente talladas, y en ellas se ven todavía la marca de los buriles.
Autor: Javier Zardoya.
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La segunda casa, anexa a la anterior, tiene un aspecto más solariego. Una placa encima de la puerta principal está dedicada a su antiguo propietario, el abogado alcañizano Casimiro Cabañero.
Una vez en el patio, hay una puerta a mano derecha que está cerrada. A la izquierda, entrando al corredor del patio, surgen diferentes habitaciones a ambos lados. A pesar de su aspecto antiguo, no creo encontrar nada que sea de utilidad ni tenga relación con los pasadizos. Sin embargo, casi al final, al lado derecho encontramos un gran trujal excavado en la piedra. Está embaldosado y parece haber sido dedicado a almacenar aceite o agua. Todavía se encuentra en buen estado. Cerca de él hay una puerta desde donde parte una escalera tallada en la roca. A mano derecha también surge otra amplia bodega, que no tiene mayor interés para nosotros a no ser que también está excavada en plena roca arenisca.
Autor: Javier Zardoya.
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Seguimos. A unos metros del edificio de la Asociación de Amas de Casa de Alcañiz está una importante casa solariega. Ese edificio y dos más anexos los compró el Grupo Alcance hace unos años con idea de construir un bloque de pisos. Su fundador es Miguel Ángel Gil, otro buen amigo de Alcañiz. Tras insistirle en mi interés por las leyendas de los pasadizos, el 8 de octubre de 2010 fuimos a verlas.
Entramos en la primera casa, la de más arriba. La bodega es amplia y está excavada completamente en la roca. Todavía se observan las marcas de los buriles a pesar de los siglos transcurridos desde su construcción. Tiene una pequeña ventana que da a la calle Mayor. Dentro de ella, a mano derecha, hay una puerta que conduce a un caño o bodega anexa casi al mismo nivel. Dentro de ella se encuentran unas estanterías excavadas en la piedra para colocar las botejas o tinajas en tiempos remotos. Por lo que parece, a simple vista no hay nada más.
Autor: Javier Zardoya.
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El arqueólogo alcañizano José Antonio Benavente, a quien tengo que agradecer su amabilidad y profesionalidad durante tantas consultas a lo largo de este tiempo, también supo de este túnel y ese mismo día pudo tomar unas fotografías antes de que fuese condenado por las obras. Según su opinión, bien pudiese tratarse de otro antiguo canal de desagüe para esta zona, aunque duda de que hubiese servido también como pasadizo o vía de comunicación debido a sus reducidas dimensiones. Quizá en un futuro pueda averiguarse algo más sobre esta interesante construcción hidráulica que con tanta presteza se ocultó a todos los alcañizanos en aquellos momentos
Autor: Javier Zardoya.
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Dentro de él, aprovechando el momento en que los obreros habían salido a comer, esto es lo que había.
Después de al menos diez metros, prácticamente rectos y en perpendicular a la fachada del edificio, tuve que darme la vuelta debido a las dificultades que presentaba el túnel. Poco a poco se iba estrechando cada vez más. Sin embargo, pude ver cómo seguía la construcción hidráulica. No pude ver hasta donde llegaba. La sensación de claustrofobia era enorme y el reducido espacio, -apenas cincuenta centímetros de ancho por un metro cuarenta de alto- provocó que ni siquiera pudiese darme la vuelta en su interior y tuviese que salir hacia atrás. Sí que observé como las losas de piedra del techo estaban perfectamente colocadas a lo largo de todo el trayecto y, pese a que había estado abandonado durante siglos, su aspecto general era bueno. Apenas corría agua por el suelo, que tan sólo acumulaba una capa de unos cinco centímetros de cieno.
Autor: Javier Zardoya.
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