• El duelo del otoño: anillos contra dragones

    Volvimos de la playa pensando que en nada nos quitaríamos las chanclas y la manga corta y aún a finales de octubre andamos sin habernos puesto ningún día el abrigo.

    Y es que el otoño ha venido calentito pero ya no solo climatológicamente hablando sino también por el tremendo duelo de series épicas que se han marcado dos de las plataformas de streaming más potentes: Amazon Prime y HBO.

    Sí queridos lectores, hablo de LOS ANILLOS DEL PODER y LA CASA DEL DRAGÓN. Para los que no siguieron en su momento la saga cinematográfica basada en las novelas de Tolkien, ni la serie creada a partir de la obra de Martin, probablemente esto les sonara a chino.

    Pero es innegable que las películas de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS y la serie de JUEGO DE TRONOS marcaron una epoca y sus secuelas han protagonizado el duelo del otoño.

    En este artículo aviso emito una opinión como siempre pero es que lo hago de un modo muy personal y que por lo tanto debe tomarse como tal. Además advierto contiene spoilers.

    Vamos al lío. Amazon Prime llevaba tiempo hablando de la producción estratosférica de la serie más esperada del año. Dinero y pleitos varios con los herederos del escritor fueron los componentes a destacar del rodaje de una serie que empezó por la puerta grande y nos demostró que visualmente iba a ser una puñetera maravilla a lo largo de todos los episodios de la temporada. Hay planos que simplemente quitan el hipo, como las primeras escenas en

    Numenor o la propia creación de Mordor. Son de matrícula de honor directamente. Pero claro lo visual acaba aburriendo y sino hay chicha ni guión consistente pues el enamoramiento cesa y llega la desazón. Y así me pasó a mí. Empecé entusiasmada con ganas de que llegaran los viernes porque admiraba mucho la calidad visual de la serie y me sentía expectante también por las diversas tramas que se iban abriendo pero al final sin una conexión decente en el guión pues… desencanto, esta es la palabra adecuada, puro desencanto con LOS ANILLOS DEL PODER.

    Con LA CASA DEL DRAGÓN hice el camino justo al revés, empecé a verla cada lunes con reticencias, he de añadir que soy mas fan de Tolkien que de Martin, pero a medida que iban pasando las semanas fui dándome cuenta poco a poco de que las tramas se hilaban a la perfección, los personajes tenian mucha profundidad (eso he de confesar que siempre es un plus del sello HBO y en concreto de la propia saga de JUEGO DE TRONOS), y de que además el universo expandido de Poniente estaba perfectamente alineado con el que ya habíamos conocido previamente. El trabajo estaba hilvanado con cariño y el producto fue ganando con los minutos de temporada hasta llegar a los últimos dos capítulos que para mí han sido sencillamente sublimes.

    Ahora toca esperar dos años para volver a disfrutar de ambas series, ya estamos avisados, pero la verdad es que los lunes volveran a ser lo que eran, lunes y punto y los viernes, bueno los viernes ahora ya no vamos a tener excusa para quedarnos debajo de la manta en el sofá.

  • Y de repente... un adolescente (Parte 2 - ¿Chico o chica?)

    Nos encontramos en plena vorágine del verano, un verano que todos nos estamos esforzando en vivir al máximo después de dos años de veranos extraños provocados por una pandemia que nos sobrevino cuando menos lo esperábamos. Creo que no es osado afirmar que todos tenemos esa sensación de haber perdido una época importante de nuestra vida, pero pienso que la situación es más especial en los niños y sobre todo en los adolescentes.

    Ambas etapas son importantes y cortas, y en ellas se producen vivencias y desarrollos fundamentales que nos marcan para siempre. Esta generación sin duda no olvidará este momento y seguro sufrirá en mayor o menor medida las consecuencias de confinamientos y limitaciones varias. Pero ahora que ya ha pasado “lo gordo” toca vivir. Y los padres de adolescentes nos encontramos ante el dilema tras el parón, hay que reiniciar la vida, hay que dejarles salir al mundo, hay que exponerlos de nuevo a los peligros, y aunque muchos me dicen que en mi caso es fácil porque soy madre de chico, yo no acabo de ver la facilidad del asunto porque los riesgos y los peligros están y existen para ambos sexos.

    ¿Chico o chica? Esa es la cuestión. Está claro que desde siempre ser padre o madre de chica ha sido un “suplicio”, entendedme, y más en la adolescencia. La sociedad no lo pone fácil, y las chicas, entre ellas me incluyo, no nos sentimos seguras en muchas ocasiones y menos saliendo solas de casa de noche. Ahora con la salida a la palestra de la sumisión química a través de pinchazos de sustancias poco aconsejables a traición en los locales de ocio nocturno se ha sembrado verdadero pavor entre las jóvenes y las no tan jóvenes, y entre los padres que observamos atónitos como la depravación humana solo hace que aumentar y evolucionar pero casi siempre en sentido negativo.

    Pero los progenitores de niños tampoco lo tenemos fácil, educar a chicos que sean empáticos, sensibles, respetuosos, no machistas y valedores de la igualdad real es todo un reto aún a estas altura del siglo XXI. La sociedad en la que vivimos sigue poniendo las cosas demasiado complicadas y la crianza muchas veces se ve obstaculizada por muchos estigmas, estereotipos y normas rígidas que no ayudan, o más bien al contrario ponen más trabas, aunque los padres tengamos las ideas bastante claras, que creo es mi caso. De hecho mi principal preocupación es, más allá que alguien pueda hacer daño a mis hijos, si ellos pueden llegar a ser los agresores o quienes puedan ser los causantes. Los valores que les trato de inculcar, el ejemplo que le puedo dar yo o su padre, la constancia del discurso y la coherencia del mismo, son armas de las que disponemos las familias para luchar contra ese patriarcado demasiado apegado todavía a nuestro mundo y nuestra forma de vivir.

    Así que creo firmemente que en nuestro caso el sufrimiento va por partida doble, el de que sea el agredido o que le sucedan cosas y el de que sea el agresor y que las cause él.

    De hecho en estos calurosos días tambien ha saltado a la palestra el debate del consentimiento en el caso de las relaciones sexuales mediante contracto escrito debido a la ley del “solo si es si”. Obviamente es un fake el hecho que vaya a existir ese contrato ya que no tendría ningún sentido ni lógica, pero lo que creo que se busca con esta norma y con muchas otras acciones de protección a la mujer es que el consentimiento siempre haya de ser expreso, porque aunque a muchos sectores de la sociedad aún les parecerá exagerado, la seguridad de la mujer no es para nada algo incontestable. Y por eso cada año la lucha del 8M lamentablemente debe seguir vigente y en pie.

    Me gustaría dar un mensaje más alentador como conclusión pero ser padres de adolescentes, volver a verlos volar y temer por su seguridad en cada momento, sigue siendo una tarea muy compleja y difícil de gestionar, tanto si se trata de un hijo como de una hija.

  • Mis listas favoritas

    Las listas de la compra, las listas electorales, el listín telefónico recordáis, la listas de éxitos de todo tipo (música, libros, cine…), la lista de amigos para invitar a una fiesta, la lista de boda,… hay miles de listas que conocemos en la vida pero hoy os voy a hablar de una de mis favoritas: las listas de canciones.

    Quien me conoce bien sabe cuanto amo la música y como en nada en Alcañiz se va a vivir una nueva edición de Aragón Sonoro, un festival que además de poder disfrutarse de manera gratuita, muy de agradecer en los tiempos que corren, tiene un cartel muy interesante, he decidido hilar el tema a través del festival.

    Me encanta hacer listas de música, habitualmente para disfrutarlas yo, pero a veces las monto para regalar. Empecé como buena adolescente de finales de los 80 con las cintas de cassette que grababa de la radio. Casi todas los sábados por la mañana en aquella interminable lista de los 40 principales (que por cierto aún sigue viva) y que nos hacía permanecer atentos a los jóvenes de la época a la sintonía. Aquellas primeras listas con finales de canción salpicados de anuncios me generan cierta nostalgia. Después vino el CD grabable con un salto de calidad importante en el producto definitivo obtenido. Obviamente yo tenía walkman, primero de cassette y luego de CD, por lo que era una jovencita pegada a unos cascos, que vivía absorta en mi mundo y en mi música. Vamos que la Max de Stranger Things podría ser perfectamente mi alter ego adolescente. Eso no ha cambiado mucho con los años porque sigo disfrutando siempre de la música y además ahora lo hago con esa aplicación maravillosa llamada Spotify que también me tortura con anuncios de vez en cuando, a ver cuando me paso a premium, jeje, pero con la que es súper sencillo hacer una lista en poco rato dado que se accede desde cualquier dispositivo y es muy intuitiva.

    Cada lista puede tener un mensaje, una lista para tu mejor amigo a quien quieres descubrir material nuevo, una lista con canciones especiales de pareja, una lista para una fiesta, una lista para escuchar en la oficina con los compañeros de trabajo, o una lista para preparar un festival de música (soy de las que suelo ir con los deberes hechos en ese sentido)…

    En definitiva cada lista es especial y yo disfruto tanto pensando qué canciones voy a meter en ella, como luego escuchando. Creo que en ellas transmito parte de lo que soy y lo que quiero que quien lo recibe capte de mi. Son una experiencia personal única y especial. Y es que la música como cualquier otra disciplina artística son sensaciones, vivencias y emociones. Por suerte es de las pocas cosas bonitas que nos quedan en este gris mundo que se nos está quedando con tanta desgracia, mala noticia y desastre natural.

  • El realismo de verdad

    Recientemente he podido ver en el cine Alcarrás, la que ya llaman la obra maestra de la joven autora española, Carla Simón. La película ganó el Oso del Festival de Cine de Berlín hace unos meses, un galardón de mucho prestigio y sin duda merecidisimo.

    Alcarrás ocurre en Alcarrás, obviamente, un pueblo de la provicia de Lleida al que nunca he viajado pero que conozco bastante porque una de mis mejores amigas es oriunda de allí.

    Reconozco el dialecto muy bien y ya me he aprendido algunas costumbres porque ella me las cuenta con cariño, como hacemos todos los que no tenemos la suerte de vivir donde nacimos.

    El film transcurre en ese pueblo pero podría transcurrir en cualquier otro de nuestro querido Aragón o de cualquier otro punto de la geografía española, porque aunque recoge la ideosincrasia del mundo rural de la plana leridana, donde las grandes extensiones de árboles frutales son el modo de vida principal para un importante grueso de la población, es un retrato realista y perfecto de la vida rural y sobre todo de la vida de cualquier familia que se dedique a la agricultura. Y un retrato del cambio que experimenta a pasos agigantados y sin demasiado freno ese modo de vida.

    La historia se cuenta de una manera absolutamente maravillosa, tierna pero a la vez ruda, como es la vida de pueblo. Con un reparto coral y equilibrado donde ningún miembro de la familia destaca sobre el resto porque para ello la directora ha puesto todo el empeño en que el equilibrio se alcanzase casi de un modo imposible.

    El realismo es de verdad, valga la redundancia, y es que elegir a los actores entre los habitantes de la zona del Segriá para interpretar a los personajes de la película es un acierto redondo. Verla en versión original, si conocéis el catalán, es un gustazo porque al cerrar los ojos viajas directamente a las calles y fincas de este municipio.

    Es un film que recomendaria a todo el mundo pero sobre todo a los que nos hemos criado en los pueblos porque las vivencias, los detalles y la historia, calan hondo en aquellos que podemos identificar momentos nuestros en muchas de las escenas cotidianas que Carla Simón y su equipo han llevado a la gran pantalla con tanto esmero y mimo.

    En mi caso el personaje del abuelo me recuerda profundamente al mío propio, tanto en su físico como en los silencios y las miradas, o en la forma de hablar, y además algunos de los momentos que vive con su nieta, son muy similares a los que yo pude vivir de niña en mi querida Valjunquera.

    En definitiva, dicen que Alcarrás es el milagro de este año del cine español y que puede que salve con su taquilla la temporada. No sé si al final cuadrará en el plano financiero pero en el plano artístico que es lo que realmente importa cuando hablo de arte es absolutamente brillante.

  • Y de repente... un adolescente (Primera parte: el sexo)

    Hace cuatros días escasos tenía un bebé en mis brazos, y de repente… tengo un hijo adolescente. Con todo lo que eso conlleva y hoy quiero explicar los primeros “baches” ante los que me encuentro.

    En mi incesante búsqueda por mejorar en todos los aspectos de mi vida una de las cosas que más me apasiona es aprender. Y no solo me refiero a ir a una clase y aprender al modo tradicional, que también, sino almacenar información y sabiduria un poco cada día e irme a la cama cumpliendo ese refrán maravilloso que dice “nunca te acostarás sin aprender algo más”.

    Así que cuando tengo oportunidad asisto a charlas y conferencias sobre temas que me interesan. Y justo hace relativamente poco tiempo tuve oportunidad de acudir a una que versaba sobre los adolescentes y el sexo.

    Yo iba un poco de marisabidilla con este asunto. Como digo tengo un hijo que está entrando en esa “inolvidable” etapa, y lo pongo entre comillas, porque para lo bueno y para lo malo esa etapa hay que definirla así, y creía realmente que con la confianza que hemos labrado juntos durante todos estos años, había logrado llegar a los fatídicos casi 14 años de mi polluelo habiendo hablado sobre el “tema” de una manera abierta, tolerante y plena de información que pudiera serle útil en un futuro ya no tan lejano.

    Pero nada más lejos de la realidad, escuchar a aquella magnifica psícologa que impartió la charla enfocando este asunto de un modo totalmente alejado de la física del sexo y más cercano a la psíquica del mismo fue todo un jarro de agua fría para mi convicción.

    Los nuevos tiempos, las formas de relacionarse de nuestros adolescentes, la tecnología, la disponibilidad de información (muchas veces “fake”), todo es totalmente distinto en la forma como lo vivi yo allá por los años 90. Aunque es bien cierto que el fondo es el mismo, pero las maneras de actuar y proceder en las relaciones tanto de amistad como de amor presentan una distancia tan abismal que tuve que hacer un “reset” en mi cerebro e insertarme unas nuevas “gafas de ver” para poder entender que es lo que está viviendo o va a tener que vivir.

    Aprendí nuevos conceptos y reforcé otros que ya conocía como el sexting o el sexpreading.

    Pero sobre todo abrí los ojos a las nueva manera que nuestros jóvenes, y no tan jóvenes, viven la sexualidad. La pandemia ha abierto la puerta a la normalización absoluta del sexo a distancia y con él es vital conocer los peligros que alberga pero también entender las posibilidades y los beneficios que aporta. Y sólo asi se pueden establecer las bases para transmitir confianza y apoyo a nuestros hijos en las diferentes vivencias o problemas que éste pueda ocasionarles. Ya no se trata de advertir de lo peligroso o no que es mantener relaciones sexuales, sino de acompañar e informar, y sobre todo estar muy alerta de como les llega la información, en la mayoría de las ocasiones de la pornografia disponible a golpe de clic en Internet. Es importante ser consciente de donde les llega y como resulta totalmente necesario que sepan discernir entre la realidad y la fantasía que muchas veces le muestra esa via de acercamiento al sexo.

    El tema es complejo y mi conclusión es que falta aún mucho trecho para quitar el tabú acerca del sexo, y aunque los padres hemos de ser capaces de informar y acompañar en lo que nuestros hijos necesiten al respecto. Creo totalmente necesarias más campañas de información y difusión de fácil acceso para nuestros jóvenes, sea via charlas en los institutos, contenidos adecuados en las asignaturas impartidas en el curriculum de secundaria, puntos de información a los que poder acudir en confianza,etc. Pero mientras tanto me veo enfocando nuevas conversaciones con mi hijo para tratar de darle las máximas herramientas posibles y así continuar con esta inquietante aventura que es tener un hijo adolescente.

    To be continued…

  • Héroes

    Escribo esto a 10 de febrero de 2022 y lo escribo con emoción porque hoy casi dos años después de que lo hicieran por última vez aquel extraño 12 de marzo de 2020, nuestros niños han podido salir esta mañana al patio de su colegio sin mascarilla. La noticia parece banal pero no lo es para nada.

    Ellos han sido unos héroes y nos han dado verdaderas lecciones a los adultos de como sobrellevar esta situación estoicamente. Encerrados en casa primero, más tarde saliendo en un horario concreto solo a pasear, sin interaccion ni comunicación con su entorno habitual, con los parques infantiles cerrados durante meses, sin ver a sus amigos y compañeros de clase, ni a sus profesores, ni a sus abuelos, forzados a un aprendizaje online al que se adaptaron sin rechistar, sin mezclarse en el patio luego cuando se retomó la “nueva normalidad”, conservando intactos los grupos burbuja, aguantando cuarentenas por contagios de sus adultos cuidadores,... en definitiva perdiendo dos años de un valor incalculable en sus vidas.

    Porque han sido y son unos héroes, y las secuelas psicológicas de esta crisis sanitaria las van a arrastrar para toda la vida. Nadie quedará indemne psicológicamente hablando. Lo tenemos claro todos. La sociedad se enfrentará a otra pandemia en ese sentido. Pero ellos mucho menos. Han perdido un tiempo precioso de su infancia. Puedes tener 30, 45 o 60 años incluso y estos dos años habrán sido un lapsus en tu vida adulta, un lapsus duro y terrible, no le quito importancia tampoco, pero ellos han perdido dos años de su infancia.

    Una época sagrada donde se forja la personalidad y donde se hila la definición de lo que uno acaba siendo en su adultez. La de experiencias que no han podido vivir y que hubieran resultado esenciales en su formación como personas no se pueden resumir ni concretar porque son tantas y tan amplias que se nos acabaria el papel en blanco y no habria espacio para escribirlas aquí.

    Así que sirva como excusa este gesto simple y transcendente del dia en que os escribo esto, para recordar como nuestros niños han sido junto a otros colectivos esenciales auténticos héroes de una pesadilla que se resiste a irse de nuestras vidas.

  • Regalar felicidad

    Con otras fiestas navideñas extrañas recién acabadas quien más y quien menos ha hecho acopio de un buen puñado de regalos seguramente. Juguetes, ropa, accesorios, libros, gadgets tecnológicos,.. suelen ser las sorpresas a encontrar bajo el árbol o en el balcón después de que Sus Majestades, los Reyes Magos hagan su visita puntual del 5 al 6 de enero de cada año.

    Pero yo, que con los años cada vez me hago menos materialista, he de reconocer que acumular tantos objetos me agobia. De hecho justo antes de Navidad suelo hacer la tradicional limpieza de juguetes y objetos varios en previsión de lo que va a llegar más tarde.

    Y es que la menda, que ya peina unas cuantas canas, acostumbra a valorar otro tipo de regalos y quienes me conocen bien lo saben. Me gustan sobre todo las experiencias, una entrada para un espectáculo, para un concierto o para algún lugar significativo, o una playlist con música especial, o una tarde de risas con un café en mano, una excursión a la montaña, una escapada con la familia, con amigos, cualquier cosa que se viva, que se saboree lento y que quede después archivada en algún rincón de mi cabecita o de mi corazón, lo aprecio de un modo indescriptible. Para mi regalar o que me regalen experiencias es regalar felicidad. Y en los tiempos que corren, de distancia social y psicosis donde pasar tiempo con las personas importantes es un bien escaso, aún acierto a apreciarlo más.

  • Vuelva usted mañana 2.0

    Estamos en plena vorágine de la era digital y todo se puede tramitar online. Todo es fácil y accesible. Desde la compra de un pantalón, pasando por la solicitud de un puesto de trabajo o una cita médica. Y con la llegada de la pandemia aún se ha popularizado más. La disminución de la presencialidad ha forzado que el mundo digital entrara de lleno a nuestras vidas. De hecho confieso que yo estoy encantada porque realmente siempre he sido muy aficionada a la tecnología.

    Pero aunque las administraciones públicas se han puesto manos a la obra, unas más que otras, para que los trámites online faciliten la vida al ciudadano, esto no siempre es así.

    Ciertamente observo con preocupación como ciertos trámites son un verdadero quebradero de cabeza para nuestros mayores o como en algunas ocasiones las avalanchas de peticiones de un determinado trámite, como ha ocurrido estos días en Cataluña con el pasaporte COVID, colapsan el sistema y acceder acaba siendo una locura.

    Y no sólo nos encontramos esta tesitura en los trámites administrativos, también nos hallamos ante situaciones surrealistas en las empresas privadas como la banca donde cualquier gestión presencial se convierte en toda una montaña rusa impersonal y fría para el cliente.

    En definitiva nos encontramos ante una nueva versión del “Vuelva usted mañana 2.0” que Mariano José de Larra nos describió a finales del siglo XIX con tanto acierto. Cambian los tiempos, cambia la tecnología, cambia la forma, pero el fondo de nuestra sociedad, perezoso y poco diligente, parece permanecer intocable al paso del tiempo y de las circunstancias.

    Creo que un modelo mixto y ajustado a las necesidades de cada persona sería lo ideal, presencialidad cuando se necesita y sencillez en los trámites digitales. Y lo que es más esencial el fomento de las ventanillas únicas rápidas y eficaces. Por pedir que no quede!

  • Volver a la emoción

    Durante este verano recuperé mi afición por disfrutar la música en directo. Y es que justo antes de que empezara el confinamiento había vuelto a practicar esta buena y sana costumbre de asistir a conciertos y festivales. No ocultaré que estaba siendo un gustazo porque llevaba mucho tiempo alejada de aquello dado que me hallaba ocupada ejerciendo la ingente tarea de ser madre.

    Pero llegó la pandemia y lo paró todo, dejando al mundo de la música y a la cultura en general tocados de muerte. Fueron meses largos de confinamientos y restricciones donde era impensable organizar nada. Tras aquella larga pausa y con mucha precaución y medidas sanitarias, los espectáculos, museos, teatros y salas de conciertos fueron volviendo muy despacio a la vida y retomando su actividad. La verdad es que la situación en cualquiera de aquellos eventos era un tanto extraña: el público debía permanecer siempre acomodado en su butaca, no se podía bailar, se tenía que respetar la consabida distancia, nunca bajarse la mascarilla, pero lo más importante era que los artistas podían empezar a trabajar. Al principio las anulaciones de eventos eran el pan de cada día habitualmente motivadas por el resultado del empeoramiento de los datos de contagios de COVID, pero poco a poco se fue viendo la luz al final del túnel. Los datos económicos del sector eran agonizantes. Se creó incluso una campaña de apoyo a nivel nacional a la cultura segura.

    Fue justo en marzo de este año cuando mi grupo favorito, Love of Lesbian se convirtió en el protagonista de un concierto piloto en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Se trataba de un simulacro de concierto tradicional, sin distancias y bailando, sólo con mascarilla y al que se debía asistir con un test de antígenos negativo realizado en las horas previas. Los asistentes se sometieron a un estudio científico para determinar las consecuencias de organizar eventos de tal magnitud en la salud de los asistentes. El resultado fue satisfactorio y aquel fue el primer paso para que poco a poco y a medida que el porcentaje de población vacunada era más grande, pudiera replicarse el modelo en más ciudades y eventos. Así es como pudieron arrancar algunos festivales de música, anulados y retrasados, por culpa del virus del COVID.

    Y es que en aquel momento tan complicado la cultura necesitaba del público pero sobre todo necesitaba de la responsabilidad del mismo. Era esencial comportarse y cumplir las normas en los eventos culturales. Recuerdo al cantante de la banda Izal dando las gracias sin parar al público por cumplir las normas durante el primer concierto post-pandemia en directo al que asistí este verano. Aquel día reconozco que volví a emocionarme por estar allí. Se me erizó la piel al sentir los acordes justo delante de mí. Vibré con la magia que solo la música en directo da. Me emocioné también con Mikel Izal que con la voz entrecortada se mostraba tremendamente agradecido. Y aquella fue la primera emoción de una larga lista de emociones que iba a vivir el resto del verano en los siguientes conciertos a los que pude asistir. Había sed de música. El sumum fue a finales de octubre cuando pude ir al Festival SanSan en Benicassim y vivirlo como hacíamos antes. De pie y bailando con miles de personas más. Pura magia. Pura vida.

    Así que estoy más que segura que de todo esto es esencial sacar una lección positiva, creo que el momento que vivimos nos ha enseñado la importancia de volver a emocionarnos, de volver a sentir y valorar cosas que antes del fatídico 2020 dábamos por hechas. Y el disfrutar de la cultura es sin duda una de ellas. Sólo espero que esta sensación no la perdamos, que la valoremos en su justa medida, por si las cosas vuelven a empeorar.

  • Cansada de tanto momento histórico

    Hace días leí un meme en Twitter que me hizo mucha gracia, decía algo así como que a Pedro Sánchez ya sólo le quedaba por gestionar una invasión extraterrestre y es bien cierto.

    Que conste que a raíz de eso de noche miro al cielo a ver si ya veo los platillos volantes encima de mi ciudad y voy preparando en mi móvil el marcaje del teléfono de Will Smith para que se ponga en guardia.

    Sólo han pasado dos años después de su entrada en el poder y parece que le han ido viniendo una detrás de otra todas las plagas bíblicas y en versión extendida. Al anterior gobierno se le complicó la vida con el momento álgido del “procès català” pero aquí a nuestro presidente actual le ha tocado un poco de todo y a lo grande: nevadas apoteósicas, pandemia mundial, terremotos, volcanes en erupción, hasta la madre de todos los males, Messi yéndose del Barça. Vamos un completo. Y los ciudadanos de a pie vamos de acontecimiento histórico a acontecimiento histórico y tiro porque me toca.

    Así que os voy a confesar una cosa, yo ya estoy cansadita de tanta vivencia histórica, creo que el cupo de batallitas para contar a mis nietos está más que servido y sólo he cumplido 45 primaveras aún por favor.

    Una temporada de tranquilidad ya nos vendría bien, de noticias estúpidas en la televisión, como un pulpo que hace predicciones por ejemplo, porque alguno de los presentes es capaz de recordar cuando el telediario no parecía una versión gore de las películas de Roland Emerich, ¿a que no? Es que es imposible, ha llovido tanto desde entonces que,yo cada vez que pongo las noticias me hago un bol de palomitas directamente.

    Sé que es hablar por hablar, pero ya que tengo este espacio me he puesto en plan quejicoso, que seguro que a más de uno le pasa lo que a mí y se siente comprendido leyéndome.

  • Proteger lo que amamos

    Soy afortunada, vivo en un lugar maravilloso, el Delta del Ebro. Con playas increíbles y montañas fantásticas a un tiro de piedra. La “quinta provincia catalana” lo llaman con un carácter propio y único. Además soy natural del Matarraña, qué decir sobre él que no se haya dicho ya, yo siempre lo defino como mi paraíso particular, pero es que realmente es un sitio donde quien allí viaja nunca lo olvida y donde es fácil acabar como yo, absolutamente enamorada de él.

    Hasta hace un tiempo ambos eran poco conocidos. Pero ahora se han convertido en sitios de moda.

    La pandemia y con ella, la limitación y las dificultades para viajar a otros lugares lejanos han favorecido el turismo de proximidad. Y muchos viajeros de grandes ciudades han apostado por este “turismo slow”, donde se prima la tranquilidad y el contacto con la naturaleza, pero que con su sobreexplotación se logra justo el efecto contrario, la masificación y la afectación de las zonas sobrexpuestas.

    Y en medio de este “boom” del turismo tan beneficioso para la economía local aparece la necesidad imperiosa de proteger aquello que amamos. Las playas infinitas, las pozas de agua transparente, los pinares abundantes, las callejuelas estrechas de piedra, cada rincón mágico e “instagrameable” debe ser protegido porque el paso inexorable de la huella humana lo deteriora y lo va matando. Nos gusta, lo amamos, pero lo dañamos. Es así.

    Curiosa relación de amor, no?

    Una manera de conservar al máximo estos tesoros es regular los accessos a los espacios para intentar frenar la acción humana sobre nuestros amados paisajes. La polémica está servida al respecto dado que estas medidas nos impiden disfrutarlos del mismo modo que hemos estado haciendo toda nuestra vida. Yo soy la primera que este verano no he podido ni pisar mi poza favorita. Lo he ido viendo desde hace un tiempo en el Matarraña y ahora también sucede en el Delta del Ebro. Pero es que esta acción humana también se hace notar en los efectos devastadores del cambio climático, un cambio que se ha cebado y fuerte últimamente en ambos lugares y que precisamente justo hace pocos días tuvo otra demostración flagrante con las inundaciones vividas en la zona sur del Delta del Ebro.

    Inundaciones terribles y desesperanzadoras para quienes vivimos o amamos este lugar.

    Proteger lo que amamos, no nos queda otra, pero los científicos nos avisan que ya vamos tarde, muy tarde. Y aunque sea así debemos concienciarnos nuestro planeta nos avisa y no deja de hacerlo para que le escuchemos. Así que no cedamos en el empeño de poner nuestro granito de arena a la causa. Nuestras acciones son sin duda lo único que puede salvar lo que más queremos, nuestros hogares y el mundo que queremos legar a nuestras futuras generaciones.

  • De la Edad de Oro a la saturación

    Las plataformas de contenidos audiovisuales en streaming nos salvaron a más de uno el confinamiento. Series a mansalva, algunas películas de nueva factura y otras más antiguas pero que revisitamos con igual avidez, dibujos animados para las horas muertas en las que los pequeños de la casa se alteraban más,... En definitiva, cientos de materiales fueron introducidos con puntualidad digamos que británica en Netflix, Amazon Prime, HBO o Disney +, por citar las más populares, y nos entretuvieron durante los días más extraños del año 2020.

    Al parecer también aumentó el número de páginas leídas de libros. Y no olvidemos la cantidad de eventos culturales online que se emitieron durante aquellos días. Los grupos ofrecían conciertos confinados y se retransmitían eventos culturales sólo accesibles anteriormente de manera presencial y previo pago. En definitiva la cultura fue un oasis de paz en medio de la tormenta. Y con el paso de los meses la realidad nos ha demostrado que sigue siéndolo y que además lo es de un modo seguro.

    Así pues las circunstancias de la pandemia supusieron el lanzamiento definitivo para las cuentas de resultados de gigantes del entretenimiento como Netflix. Resultados que habían ido “in crescendo” en los últimos años gracias a la edad de oro televisiva que las plataformas de cable americanas habían iniciado a mediados de la primera década de este siglo.

    Los grandes clásicos de culto televisivos de HBO datan de principios de los 2000: Los Soprano, A dos metros bajo tierra, Hermanos de sangre, The wire,... Todas ellas fueron en parte detonantes del cambio de consumo televisivo. Las series de televisión dejaron de ser B para entrar en la élite del buen gusto cultural.

    Primero los más seriéfilos éramos los que nos volvíamos locos por buscar la forma de ver los capítulos nuevos. Con la llegada de la televisión de pago en España estos contenidos se fueron haciendo más accesibles aunque seguían siendo caros para muchos bolsillos. Y en 2004 se estrenó la serie que lo cambió todo: Perdidos. Es en ese momento cuando realmente empezamos a conocer y sentir lo que es el “hype” televisivo, las ganas de más, el enganche absoluto a un producto audiovisual. Vamos justo la estrategia que con el tiempo Marvel por ejemplo ha perfeccionado aún más.

    Semana tras semana durante siete temporadas hordas de fans nos hinchamos a elucubrar acerca de qué pasaría en el siguiente episodio de aquella serie de ciencia ficción y aventuras totalmente original y maravillosa. Con el final mejor correremos un tupido velo.

    Luego llegó más madera con Mad Men, Juego de Tronos, House of Cards, The Walking Dead, Breaking Bad,... y el consumo de series de calidad masivo ya era una realidad que se extendía como la pólvora. Y entonces, concretamente en 2015, Netflix llegó con su sistema de televisión bajo demanda y a precio popular y dio una nueva vuelta de tuerca.

    A partir de ahí ya podíamos ver lo que queríamos todo de golpe y cuando quisiéramos.

    Conocimos el concepto de “atracón de serie”, o lo que viene siendo, aquello de “un capítulo más y a dormir”. Y aunque aumentó exponencialmente la cantidad de contenidos la calidad empezó a flojear. Para mí ese fue el punto de inflexión a partir del cual dicha calidad ha caído en picado. Está claro que en 2021 tenemos productos maravillosos que nos sorprenden como la deliciosa Mare of Eastown que se ha marcado HBO esta primavera, y que recomiendo encarecidamente con Kate Winslet de protagonista, pero realmente estos diamantes son escasos y se encuentran con cuentagotas en un mar de contenidos inagotable en el que el usuario se pierde “zappeando” por la pantalla de su tablet o smart TV antes de caer dormido.

    La saturación actual en mi opinión conlleva a un cambio de tendencia sobre el consumo televisivo nuevamente. El futuro del mercado audiovisual está ahora marcado por las grandes productoras de cine que han apostado por los estrenos simultáneos en salas de sus producciones y en streaming al mismo tiempo con un suplemento de coste. Ejemplo reciente el de Viuda Negra de Marvel. Se puede ver en cines y también en casa en opción “prime”. Saben que la batalla está decantada hacia las plataformas televisivas y los autores cada vez se dejan seducir más por los proyectos que éstas les proponen. Muchos empezaron hace tiempo como productores simplemente, como Martin Scorsesse en Boardwalk Empire y otros ya hacen de “showrunners” de series para la televisión sin complejos como David Fincher en Mindhunter. Todo cambia y aún cambiará mucho más. El mundo audiovisual como el mundo en general está muy muy revuelto.

  • ¿Volvemos a la normalidad?

    Empiezo escribiendo aquí recogiendo el guante de mi estimado profesor de historia de BUP, al igual que hizo hace unos días mi ex-compañero de clase y amigo, Alejandro Reche. Y lo hago al mismo tiempo que se inicia este verano de 2021, un verano que la sociedad encara con entusiasmo y escepticismo a partes iguales.

    Y es que para que engañarnos, todos tenemos ganas de llevar una vida normal, después de meses de incertidumbre y mucho sufrimiento, familias rotas, personal sanitario agotado, empresas en bancarrota, la crisis del COVID19 ha dejado a muchas personas tocadas, y el deseo de reconstruir la sociedad es unánime. Pero yo me pregunto ¿qué es la normalidad? ¿la que disfrutábamos antes de marzo de 2020? ¿realmente regresamos a ella?

    Lo que está claro es que esta pandemia ha marcado un antes y un después. Y que a partir de ahora vamos a hablar del mundo pre-COVID19 y del mundo post-COVID19. Estoy segura que soltar las mascarillas, la distancia social y la vida casi monacal de estos últimos meses va a ser mucho más complejo de lo que podríamos imaginar para una gran mayoría de ciudadanos. Pero claro está la economía pesa mucho, muchísimo, y no se puede perder otro verano más.

    Además en este tiempo pandémico la realidad ha estado siendo ciertamente distópica. Para mí, una seriéfila empedernida, han sido meses donde el miedo me lo ha generado más la situación anómala (calles vacías, estanterias de supermercado sin papel higiénico, ausencia de abrazos, confinamientos territoriales,...) que el propio virus, que para que engañarnos también me daba auténtico pavor. Y es que en cierto modo al salir de casa en muchas ocasiones tenía la sensación de estar viviendo alguna de las escenas que tanto me habían impactado en los primeros capítulos de “El cuento de la criada”, la serie distópica por antonomasia de HBO o en “Years and years” serie británica de línea similar. No desvelaré detalles por si algún lector no ha tenido la oportunidad de verlas.

    En cualquier caso y aún con todo, el buen tiempo, nuestro carácter mediterráneo, un considerable ritmo de vacunación y el consecuente avance hacia la inmunización de grupo, hacen que nos relajemos más en nuestro día a día, aunque las noticias insistan en que no nos lancemos demasiado deprisa. La variante Delta es ahora la encargada de amargarnos a más de uno el café de la mañana.

    Y como guinda del pastel, el confinamiento forzoso de los estudiantes en Mallorca, que a parte de dar material para cantidades ingentes de “memes” en internet, se ha convertido en la comidilla de todos los corrillos twitteros, en la portada de los noticiarios nacionales, y sin duda ha abierto la veda para el debate de si estamos acelerando demasiado esta vuelta a la normalidad, o si por el contrario debemos seguir usando la prudencia como ciudadanos responsables y echar el freno.

    Y es que para una aragonesa, del Matarraña en concreto, que ha tenido que estar meses sin pisar su tierra y sin ver a los suyos, creedme que no hay cosa que desee más que volver a la normalidad pero sin liarla parda de nuevo y si llegan nuevas olas que sean al menos más sencillas de surfear esta vez.

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