Hace cuatros días escasos tenía un bebé en mis brazos, y de repente… tengo un hijo adolescente. Con todo lo que eso conlleva y hoy quiero explicar los primeros “baches” ante los que me encuentro.
En mi incesante búsqueda por mejorar en todos los aspectos de mi vida una de las cosas que más me apasiona es aprender. Y no solo me refiero a ir a una clase y aprender al modo tradicional, que también, sino almacenar información y sabiduria un poco cada día e irme a la cama cumpliendo ese refrán maravilloso que dice “nunca te acostarás sin aprender algo más”.
Así que cuando tengo oportunidad asisto a charlas y conferencias sobre temas que me interesan. Y justo hace relativamente poco tiempo tuve oportunidad de acudir a una que versaba sobre los adolescentes y el sexo.
Yo iba un poco de marisabidilla con este asunto. Como digo tengo un hijo que está entrando en esa “inolvidable” etapa, y lo pongo entre comillas, porque para lo bueno y para lo malo esa etapa hay que definirla así, y creía realmente que con la confianza que hemos labrado juntos durante todos estos años, había logrado llegar a los fatídicos casi 14 años de mi polluelo habiendo hablado sobre el “tema” de una manera abierta, tolerante y plena de información que pudiera serle útil en un futuro ya no tan lejano.
Pero nada más lejos de la realidad, escuchar a aquella magnifica psícologa que impartió la charla enfocando este asunto de un modo totalmente alejado de la física del sexo y más cercano a la psíquica del mismo fue todo un jarro de agua fría para mi convicción.
Los nuevos tiempos, las formas de relacionarse de nuestros adolescentes, la tecnología, la disponibilidad de información (muchas veces “fake”), todo es totalmente distinto en la forma como lo vivi yo allá por los años 90. Aunque es bien cierto que el fondo es el mismo, pero las maneras de actuar y proceder en las relaciones tanto de amistad como de amor presentan una distancia tan abismal que tuve que hacer un “reset” en mi cerebro e insertarme unas nuevas “gafas de ver” para poder entender que es lo que está viviendo o va a tener que vivir.
Aprendí nuevos conceptos y reforcé otros que ya conocía como el sexting o el sexpreading.
Pero sobre todo abrí los ojos a las nueva manera que nuestros jóvenes, y no tan jóvenes, viven la sexualidad. La pandemia ha abierto la puerta a la normalización absoluta del sexo a distancia y con él es vital conocer los peligros que alberga pero también entender las posibilidades y los beneficios que aporta. Y sólo asi se pueden establecer las bases para transmitir confianza y apoyo a nuestros hijos en las diferentes vivencias o problemas que éste pueda ocasionarles. Ya no se trata de advertir de lo peligroso o no que es mantener relaciones sexuales, sino de acompañar e informar, y sobre todo estar muy alerta de como les llega la información, en la mayoría de las ocasiones de la pornografia disponible a golpe de clic en Internet. Es importante ser consciente de donde les llega y como resulta totalmente necesario que sepan discernir entre la realidad y la fantasía que muchas veces le muestra esa via de acercamiento al sexo.
El tema es complejo y mi conclusión es que falta aún mucho trecho para quitar el tabú acerca del sexo, y aunque los padres hemos de ser capaces de informar y acompañar en lo que nuestros hijos necesiten al respecto. Creo totalmente necesarias más campañas de información y difusión de fácil acceso para nuestros jóvenes, sea via charlas en los institutos, contenidos adecuados en las asignaturas impartidas en el curriculum de secundaria, puntos de información a los que poder acudir en confianza,etc. Pero mientras tanto me veo enfocando nuevas conversaciones con mi hijo para tratar de darle las máximas herramientas posibles y así continuar con esta inquietante aventura que es tener un hijo adolescente.
To be continued…