Opiniones

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Nostalgias

Por desgracia y a diferencia de otros lugares, en Alcañiz no valoramos ni sentimos apego por nuestro patrimonio artístico ni tampoco por el sentimental. Una evidencia de lo primero es el deterioro progresivo de la iglesia del Carmen, cerrada desde hace años, sin que ni unos ni otros hagan nada por evitar su ruina. Cuando se dispongan a tomar medidas –si ese momento llega- será demasiado tarde. Otra demostración de la desidia local es el monasterio de las dominicas, comunidad que, después de más de cuatro siglos de estancia en nuestra ciudad, la abandonó en 2008. En los terrenos monacales, adquiridos por el Ayuntamiento, se está construyendo una residencia para mayores para lo que se ha demolido por completo la antigua edificación, borrando toda memoria de la presencia moderna de dichas monjas en Alcañiz. Se hubiera podido aprovechar el templo, ejemplo de arquitectura religiosa de la pasada centuria y cedido hasta su venta al culto ortodoxo, como sala de exposiciones o auditorio. Pero doctores tiene la Iglesia y técnicos y arquitectos el Consistorio.

Al otro lado de la calle, la mole de la vieja iglesia dominicana resiste los embates del tiempo y del abandono que hubiera sido un ámbito más idóneo que la Lonja y la Casa Consistorial para instalar el museo del que carece la capital del Bajo Aragón Histórico. La portada renacentista del derruido convento se ha conservado en forma de arco de triunfo. Sin embargo, el entorno no acompaña, rodeado de coches y de algún que otro solar dejado y sucio. Y, en la misma plaza, en el restaurado molino harinero, el gran desconocido de Alcañiz, el C.I.B.A. (Centro de los Íberos del Bajo Aragón) cuya exposición arqueológica es digna de visitar. Con excesiva frecuencia, nuestros políticos se cuelgan medallas con obras y reformas para luego desentenderse de ellas y de su mantenimiento.

De la destrucción de nuestro patrimonio afectivo se podría escribir largo y tendido. La última muestra, el parque infantil de tráfico de la Avenida de Aragón que ha visto jugar y crecer a varias generaciones de niños alcañizanos. Tras su larga existencia, lógicamente, había quedado obsoleto.

Y sin el mimo e interés con que lo cuidaba Pedro Catalán. ¿Por qué no se ha remodelado adaptándolo a la normativa vigente y trasladado la proyectada “plaza pública” a otro punto de la población? La ciudadanía se ha movilizado con recogida de firmas y manifestaciones en contra de esta decisión del Ayuntamiento que ha hecho oídos sordos y lo ha arrasado por completo. Y puestos a reivindicar nostalgias, mis lectores –creo que alguno tengo- convendrán conmigo en que al nuevo recinto se le debería dar el nombre de “Pedro Catalán”. Bien se lo merece.

Pobres felices

Cuentan que un rey hizo la promesa de llenar por la mitad las copas de vino si resultaba triunfador en una batalla. El monarca venció y cumplió su promesa. Pero pronto, las copas doblaron su capacidad. Al revés ha sucedido con muchos productos de los supermercados. Han mantenido el tamaño de los envases y los precios pero han reducido los contenidos. E idéntico comportamiento se ha aplicado al café con leche de los bares. Las dimensiones de las tazas han ido disminuyendo.

Aunque, por lo general, comercios y cafeterías han optado por ambas posturas, reducir la cantidad de producto e incrementar los precios.

Cuando los precios suben, perdemos poder adquisitivo pues con el mismo dinero podemos adquirir menos bienes y servicio. Como consecuencia, la producción disminuye y, al tiempo, se encarece lo que repercute en el alza del nivel de vida. Es la pescadilla que se muerde la cola. Pero no todos quedamos perjudicados por la inflación. El gran beneficiado de la misma es el Estado. Si los bienes y servicios se venden más caros, los contribuyentes pagamos más por ellos y Hacienda recauda más en impuestos indirectos como el IVA.

En 2002, entró en vigor el euro, moneda común, hoy, de 20 países de los 27 Estados miembros de la Unión Europea. En aquel momento, nos parecía muy divertido manejar la calculadora para comparar los precios y convertir las pesetas en euros y viceversa. Al principio, se respetaron los cambios (un euro equivalía a 166,386 pesetas) pero muy pronto lo que se pagaba con la moneda de 20 duros pasó a pagarse con la de un euro. Desde entonces, el coste de la vida ha crecido considerablemente. Recuerdo que con mil pesetas cargaba de fruta y verdura; hoy, 6 euros, el equivalente del billete verde, no alcanza, a veces, para comprar un kilo de fruta.

Sin embargo, los salarios no han aumentado al mismo ritmo. Nos hemos empobrecido. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), organismo dependiente del Gobierno, el pasado año, más de la cuarta parte de la población en España vivía en riesgo de pobreza o de exclusión social, cinco décimas por encima de 2022 y tres décimas más que antes de la pandemia.

Y eso con la economía yendo como un cohete. Es lo que persigue la Agenda 2030 y para lo que está tomando todas las medidas en materia del medio ambiente -con sus efectos nocivos en la agricultura, ganadería, industria y energía- que afectan a nuestras vidas. No tendremos nada pero seremos felices.

¡¿Es que ya no va a poder una ni divorciarse?!

Esta es la exclamación que le brotó a Marina Martínez Vicens, redactora de Onda Cero, en complicidad con Julia Otero; que está atada al poste del feminismo cargante, por obligación, más que por convicción, porque tonta no es, hasta ese punto; comentando la propuesta de Vox en el Parlamento de las Islas Baleares para contribuir a la prevención de los divorcios. No han sido los únicos periodistas, en hacer mofa y escarnio de la iniciativa, en distintos medios, aunque sea en espacios de humor solapado. Claro que divorciarse es un eufemismo, una máscara. Bien es sabido que con esa palabra se está encubriendo pretensiones que tienen palabras más ajustadas, como robar, secuestrar, atentar violentamente, degenerar a terceras personas; vulnerables, que no se pueden defender; y a una misma, a perpetuidad, siendo foco de atracción a sádicas señorías, irresistible, dada su nula vocación de servicio público, y lo que es más, incapacidad sobrevenida, cuando no congénita, para el desempeño del cargo, sin robar ni someter a violencias. Dicen que cada jilguero tiene un canto único, es cómo la huella dactilar humana, por millones que hubiere, ninguno es igual a otro. A alguien se le ocurrió grabar a uno, y con altavoces, ponérselo. El jilguero huyó aterrado, supuestamente. Desde luego dejó de cantar en ese momento. Cuando alguien decide divorciarse, y más sin mutuo acuerdo, siempre es para vivir a costa de otros, directa o indirectamente. Algunas dirán que lo hacen para salir del tedio; que cómo serán; para ofrecer su pasado, a ricachones, dispuestos a gastar su dinero, lidiando con mujeres singulares; que es lo que ellas creen que son, por hacer extravagancias, y lo que no ven hacer a nadie; aunque, ¿qué saben ellas de nada? y lo saben, con su parca formación, que les ha llevado a aburrirse, y creer que siendo una especie de geishas, misteriosas, por no abrir la boca para no delatarse, con lo que han oído y visto a su alrededor, pueden complacer a estrategas, que lo son, por eso, por no tener loros deslenguados y a la contra, a su alrededor, en sus momentos de asueto.

Toros

Hace unas semanas, el ministro comunista de Cultura eliminó el Premio Nacional de Tauromaquia. La reprobación de las corridas de toros no es una actitud de ahora sino que viene de lejos. Tampoco emana de posiciones progresistas. Todo lo contrario. Los festejos taurinos surgen en la Edad Media. Así lo testimonian romances y documentos. Y ya por entonces, aparecieron posturas opuestas a ellos que procedían de la Iglesia. Muchos clérigos condenaron la “crueldad inútil” y la “brutalidad” con que se trataba a los animales. En el siglo XVI, el papa san Pío V castigó con la excomunión tanto a los participantes como a los concurrentes a dichos espectáculos. La protesta de Felipe II hizo que el anatema se limitase a la clerecía.

Al contrario de los Austrias, los Borbones -y por ende la aristocracia- despreciaron estos espectáculos al considerarlos indignos y propios del vulgo. Y los prohibieron. Pero el pueblo hizo caso omiso y continuó celebrándolos. Y dado que la nobleza a caballo ya no tomaba parte en los mismos, se fue configurando el toreo a pie. Goya, gran aficionado, lo plasmó en sus grabados sobre la Tauromaquia. En el siglo XIX, las Cortes Españolas plantearon vetarlos en numerosas ocasiones.

Hoy día, el antitaurinismo se debe a motivos políticos además de los animalistas, al considerar los toros como algo propio de la carcunda y de la “fachosfera”. El mundo de la cultura se ha dividido en favor y en contra. Manuel Machado fue un decidido defensor de la fiesta mientras que su hermano Antonio basculó del pro al rechazo, actitud esta compartida por el nobel Juan Ramón Jiménez. La Generación del 27, llamada también de la República, fue, sin duda alguna, el grupo literario más proclive a los toros. Entre los máximos valedores, Rafael Alberti que, incluso, se vistió de luces e hizo el paseíllo en el albero de Pontevedra, y Federico García Lorca, autor de una de las más grandes elegías de nuestra Literatura en la que llora la muerte de su amigo, el torero Ignacio Sánchez Mejías, principal promotor y catalizador de tal movimiento. Miguel Hernández escribió biografías de matadores para la Enciclopedia Taurina de José María Cossío. En su poesía, alude, con frecuencia, a los toros que, asimismo, fueron la gran pasión de Pablo Ruiz Picasso. A lo largo de su larga y fecunda vida, no cesó de reproducirlos en sus pinturas y esculturas. Entre otros aficionados progresistas, como los anteriores, se cuentan Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina.

A García Lorca pertenecen las siguientes palabras que de seguro extrañarán y escocerán a algunos: “El toreo es, probablemente, la riqueza poética y vital de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido, principalmente, a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo”.

La vida en un teléfono

Un padre y un hijo conversaban sobre temas trascendentes y el joven, en un arranque de sinceridad, manifestó que, antes que vivir dependiente de una máquina, preferiría morir. Ni corto ni perezoso, el progenitor cumplió sus deseos y le quitó el móvil. De manera progresiva, en nuestra rutina diaria dependemos de máquinas, sobre todo del teléfono móvil convertido en una prolongación de nuestro cuerpo; sin el celular, como lo llaman en Hispanoamérica, nos sentimos abandonados, indefensos, incompletos y, cual hermano siamés inseparable, nos acompaña a todas partes, incluso a los espacios y quehaceres más reservados.

El teléfono móvil ha facilitado y abaratado enormemente la comunicación por grande que sea la distancia entre las personas por muy distantes que se encuentren. El tamaño de los aparatos ha variado a lo largo del tiempo. Los primeros -los veíamos en las películas y series de televisión americanas- eran auténticos armatostes de difícil manejo. Conforme fueron evolucionando, disminuyeron sus dimensiones. Pero a medida que incorporaban nuevas aplicaciones, volvieron a agrandarse. Hoy día, el móvil va mucho más allá del simple uso de realizar o recibir llamadas cuando no estamos en casa y se ha transformado en un ordenador en miniatura que se lleva en el bolsillo y ha proscrito al fijo. Los teléfonos modernos sirven para un sinfín de funciones cada vez más sofisticadas (reloj, radio, calculadora, cámara de fotos y vídeo y podemos escribir mensajes, comprar, leer la prensa...) por lo que se han hecho imprescindibles llegando a crear adicción.

En lugar de disfrutar la vida en directo, preferimos verla a través de las pantallas de estos artilugios. Grabamos y fotografiamos todo, para no verlo después. Pero lo importante y peligroso es que les hemos confiado nuestra privacidad; les hemos entregado datos bancarios –podemos pagar con ellos, sin necesidad de tarjetas ni dinero en efectivo- contraseñas, contactos y conversaciones, hasta las más íntimas, y, con detalle y sin recato, publicamos en las redes sociales nuestras ocupaciones cotidianas, viajes, comidas, compras, modos de esparcimiento...

Saben todo de nosotros pero somos nosotros quienes les facilitamos la información y les permitimos así que nos puedan manipular y controlar. Si han conseguido jaquear los teléfonos de miembros del Gobierno -protegidos al máximo, se supone-, qué no serán capaces de hacer con los nuestros. En 2023, los delitos informáticos aumentaron en España un 25,5% representando casi la quinta parte de las infracciones penales cometidas. No cabe duda de que, cuando el teléfono estaba atado con un cable, los humanos éramos más libres.

Las garrapatas

En una sesión de las Cortes de Aragón, el que entonces era el presidente Lambán llamó a la oposición “garrapata”. Como presidente del gobierno era el máximo responsable de la educación de Aragón. Se pueden encontrar cientos de ejemplos de semejante cariz de unos y otros políticos en los diarios de sesiones. ¿Está en buenas manos la educación? Si de los políticos depende mi respuesta es no.

La utilización correcta de la lengua española está en manos de la Real Academia Española, formada por lingüistas, literatos, gente de reconocida valía profesional en materia del idioma, e independientes.

Los políticos, saltándose la autoridad académica pretenden que utilicemos el mal llamado lenguaje inclusivo, siguiendo sus criterios.

Los que nunca tendrán conocimientos suficientes para formar parte de la RAE, algunos rozando el analfabetismo, otros dirigiéndose a sus colegas como garrapatas, son los que quieren enmendarle la plana a los profesionales y hacer que los ciudadanos hablemos como ellos quieren.

¿Está en buenas manos la educación?

El mensaje está calando tanto que hace unos días escuché a una escritora que en una entrevista hablaba de un libro publicado. Dijo que una mujer, de profesión “soprana” (la voz más aguda del registro vocal si fuera soprano), había estado influenciada por los conocimientos musicales de su padre que era saxofonista. Yo me dije que las estupideces no hay que dejarlas a medias, deben ser completas y por lo tanto su padre sería saxofonisto.

Esa gran escritora se ha perdido de por vida a un lector modesto como yo.

La máxima de los manipuladores autoritarios de uno u otro signo siempre ha sido que repitiendo una estupidez un ciento de veces acaba calando en las gentes como una verdad incontestable. Se le atribuye a los nazis, pero lo han empleado siempre las ideologías de uno u otro signo para adoctrinar. Nos quieren borregicos.

Si hay tozudos como yo que no aceptan las consignas, viene el insulto y de un tipo normalico paso a ser un facha machirulo representante del patriarcado más rancio. Es su cultura, es su educación, son sus conocimientos por encima de la RAE.

Unos me han llamado rojo para insultarme, otros facha con la misma intención. Como dice El Kanka en una de sus canciones; “prohibidores a prohibir, nosotros a desobedecer”.

Pasó la Semana Santa

Un año más, hemos podido cumplir con los ritos de la tradición y de la Semana Santa, la semana grande de los pueblos del Bajo Aragón Histórico. La lluvia, que amenazaba la celebración de las procesiones, ha respetado los horarios de las alcañizanas y estas han podido desfilar en todo su esplendor sin ningún problema atmosférico. Lo que no ha sido posible en otros municipios de la comarca –y no digamos en muchos lugares de la geografía española- que se han visto obligados a suspender algunos de sus actos. Nunca llueve a gusto de todos pero bienllegada sea la lluvia, necesaria para los campos y para llenar los pantanos y asegurar el consumo humano sin cortes en los meses de calor. Las precipitaciones en marzo han rebasado en mucho las medias del mes.

Las procesiones de Alcañiz han contado con un gran número de asistentes siendo para muchos una auténtica penitencia desfilar más de tres horas bajo los capirotes sin hacer uso de los teléfonos móviles. La Semana Santa, además de un tiempo de reencuentro de las familias y de negocio para la hostelería, es también una oportunidad para promover el turismo en la zona dando a conocer nuestro rico patrimonio artístico y paisajístico. El turismo en nuestras poblaciones, a pesar de las inclemencias meteorológicas, ha superado las expectativas y la ocupación hotelera ha alcanzado prácticamente el 100%.

La comarca del Matarraña se ha ganado merecidamente el calificativo de la “Toscana española”, término ideado por la periodista y pianista Mari Cruz Soriano, cónyuge del juez Juan Alberto Belloch, exministro y exalcalde de Zaragoza. En esas localidades saben cuidar lo suyo. Cosa que no ocurre en Alcañiz. Tenemos un casco antiguo que más que antiguo es viejo. Se ha arreglado el pavimento de calles y se han restaurado casas pero el conjunto, con una gran cantidad de solares vallados y viviendas vacías, ofrece, al pasear por él, una sensación de abandono.

La Semana Santa nos ha traído una buena noticia. El nuevo Consistorio va a redactar un proyecto de obra con el fin de solicitar al Gobierno de Aragón financiación para restaurar la iglesia del Carmen y dedicarla a usos culturales. Es un primer paso y la constatación de que algo se mueve. De año en año, cuando, se abre el templo para las Palometas, se aprecia el deterioro creciente del edificio. Es preciso actuar con prontitud antes de que la ruina sea irreversible. Esperemos que la iniciativa llegue a buen puerto y que alcañizanos y turistas recuperemos esta joya artística. Hemos de preservar y mimar lo que es de todos.

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