Opiniones

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Haciendo desaparecer las discapacidades

Estamos ante un nuevo paradigma de sociedad, que implica cambios en la forma de relacionarse y participar en la estructura productiva, que reclama mejorar las instituciones públicas que ejercen roles reguladores. La cuestión es, si no nos gusta que nos mientan o desinformen, ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué manipulan y se entregan a hostilidades? Las inercias gregarias depredadoras de los empleados públicos no son suficientes para el proceso de transformación, dirigido a reducir discapacidades, en el que la sociedad está inmersa. La legislación nos acompaña en cada paso. Es una prótesis que en vez de paliar discapacidades, las genera, por albergar en su seno, el abuso de autoridad, y la incapacidad de sus administradores para superar sus limitaciones, limitándose ha enquistarse, temiendo ser desplazadas y descubiertos en sus fingidas aportaciones. Tan importante como el acceso a la gobernanza, son los medios, las competencias para usarlos, el valor y la transferencia de conocimiento, que permite el relevo, y evita la exclusión. Nos aproximamos a la multifuncionalidad generalizada, entendiendo por tal aquella en la que cada persona, realiza trabajos en diferentes sectores productivos, sucesivamente, limitándose a tareas de supervisión que eviten retrocesos por desconocimiento. El límite de las posibilidades de producción se expande, cuando un grupo cohesionado, puede producir más o mejores, bienes y servicios en un periodo posterior. Las sociedades emergentes son los que crecen a ritmos sostenidos, fortaleciendo los vínculos entre sus miembros, repeliendo tentaciones que amenacen con aumentar exponencialmente la desigualdad social, foco de injusticias. Con lo que cerrar la brecha salarial, no es un asunto que competa exclusivamente a los gobiernos.

Corremos el riesgo de caer en la frustración eterna de la adicción.

Los dineros públicos

Carmen Calvo, cuando era ministra de Cultura de Zapatero, nos obsequió con la perla de que el dinero público no es de nadie. Al entender de la casta dirigente, una vez sacado de nuestros bolsillos, el dinero pasa a la libre disposición de los políticos. En el País Vasco, un senegalés ha estado cobrando casi 10.000 € mensuales en ayudas públicas durante diez años. El migrante subsahariano encabezaba una trama delictiva que había creado hasta 62 identidades falsas para beneficiarse del sistema obteniendo en total más de un millón de euros. O los parados que cobran en España la prestación por desempleo y viajan o residen en sus países de origen, dentro y fuera de la Unión Europea. Por desgracia, no son casos aislados sino que se dan con bastante frecuencia, muestra del control “riguroso” que se ejerce sobre los fondos públicos o de lo fácil que resulta engañar a nuestras instituciones. Se calcula que el Estado gasta, sin ningún control, 14.000 millones de euros de nuestros impuestos en subvenciones al año.

También ha sido noticia que un alto cargo -o mejor llamarla carga- del Ministerio de Igualdad ha sido destituida y que como compensación -es lo que señala la ley- va a percibir durante dos años 6.000 € mensuales. En el otro extremo, el caso real de un matrimonio de octogenarios que cobraban la pensión mínima no contributiva y se empadronan en casa de un hijo. El marido fallece y a la viuda le retiran los 321 € de su pensión porque los ingresos de la unidad familiar superan el máximo legalmente establecido. Es un volver a la niñez o a la adolescencia; si la buena señora quiere ir al cine o tomarse un helado, ha de pedirle dinero ahora al hijo. Un mes de sueldo de la política podemita equivalen a año y medio de las retribuciones de la anciana. Le han ofrecido como solución empadronarse en otro domicilio, cosa que parece ser habitual. Así, también en el País Vasco y en otra estafa, un total de 75 personas fueron empadronadas en el curso de un año en dos pisos de la ciudad de Irún cuando, en realidad, residían en otros municipios, otras comunidades o, incluso, otros países, como Francia y Argelia.

En la antigua democracia ateniense, algunos puestos políticos eran ocupados por sorteo.

Cualquier ciudadano podía presentarse para desempeñarlos si bien, tras concluir el mandato, debía rendir cuentas de su gestión. Si los errores de los políticos supusieran un perjuicio  para su patrimonio, andarían con más cuidado. Pero los pagamos otros y ellos se van de rositas y con un futuro asegurado a pesar de que condenen las puertas giratorias.

La última Vía sobre la Central

Si a muchos de nosotros nos preguntan:

- “¿Dónde estabas el día 14 de junio de 2022 a las 11:30?”,

Dentro de un tiempo no nos acordaremos, pero hoy, seguro que muchos de nosotros respondemos:

- “Viendo como dinamitaban las torres de refrigeración de la central de Andorra”.

Terminaba así, toda una generación marcada por la energía producida con carbón y que se extraía en gran parte de nuestras cuencas mineras.

Presunción de veracidad, traicionada

"Acatar las sentencias, como no puede ser de otro modo", no deja paso más que a que haya sentencias ladronas y en claro abuso, restringiendo derechos de personas inocentes. Las sentencias, como todo, se acatan, no porque las dicta alguien, sino porque cuentan con las garantías de no robar ni agredir, y así lo tienen que demostrar a quienes les afectan. Si no, acatarlas sería ser cómplices con los robos y agresiones que generan. Una maestra que pone un 10 en un examen corregido, no cuenta con las garantías de la correcta calificación porque lo ha puesto la maestra de la materia, con plaza asignada en el proceso de asignación de vacantes, que cumple con los requisitos para ocuparla, sino porque ofrece la plantilla de las respuestas correctas, respuestas que se contienen en la materia impartida, y de la que disponen, al menos los alumnos que toman todas las anotaciones o tienen los materiales en las que se contienen tales respuestas, puestos a disposición de todos. De modo que el alumno en particular y los demás, pueden comprobar que las calificaciones y las diferencias entre ellas, están justificadas, pues cuentan con los criterios de valoración y cualificación, que comprenden y puede aplicar. A esto ayuda mucho el repartir los exámenes entre el alumnado, y que puedan hacer comparaciones entre ellos. Si una formadora de empresa, explica a sus operarios, cómo construir un circuito eléctrico, y no funciona, creer en sus lecciones no llevará si no a que los circuitos no funcionen. Si un técnico factura por una reparación de una lavadora, que posteriormente no funciona, no hace sino demostrar que tal facturador no es un técnico en quien confiar, por mucho que tenga la titulación, certificados de capacitación y el resto de las acreditaciones con arreglo a las leyes.

Damnatio memoriae

Damnatio memoriae o “condena de la memoria” es un término moderno que designa una práctica punitiva del mundo helenístico e introducida en Roma a comienzos del Imperio. Consistía en hacer desaparecer cualquier vestigio o huella de un enemigo del Estado tras su muerte.

Cuando el Senado romano la imponía, el nombre del reo era suprimido de todas partes donde figurase: estatuas, inscripciones, documentos, monedas… Sus leyes y disposiciones quedaban revocadas y monumentos y obras públicas a él debidas se demolían o se atribuían a su sucesor.

Ya en el antiguo Egipto, varios faraones padecieron esta condena pero la más famosa fue la protagonizada por el papa Formoso a finales del siglo IX, en el llamado Concilio Cadavérico o Sínodo del Terror. El cuerpo putrefacto de Formoso, fallecido nueve meses antes, fue desenterrado, revestido con los ornamentos pontificios y sometido a un juicio que lo declaró culpable. Se decretó nula su elección y se invalidaron sus resoluciones. Además, le amputaron los tres dedos de su mano derecha, con los que impartía la bendición, y arrojaron sus restos al  Tíber .

Su nombre se borró de la lista de los papas, como si no hubiera existido.

Este olvido forzoso ha seguido aplicándose a lo largo de la Historia. En el siglo XX, fue habitual en la Unión Soviética, modelo de democracia para parte del Gobierno. Stalin la utilizó contra sus enemigos políticos de manera asidua. Sus nombres desaparecieron de los medios impresos y su sola mención se castigaba con severas penas.

Las fotografías oficiales se manipularon eliminando de ellas a los caídos en desgracia. Se prohibieron sus publicaciones o se destruyeron. No solo los nazis quemaban los libros contrarios a sus ideas.

En España, también tenemos nuestra damantio memoriae, las leyes de memoria de Zapatero y Sánchez contra el franquismo, consecuencia de las cuales ha sido el cambio de denominación del C.P. “Emilio Díaz”. No importa lo que esta persona hiciera por Alcañiz. Nos venden que la alternativa a los alzados en 1936 era la democracia y la libertad. No es cierto. Basta leer las arengas y discursos de dirigentes socialistas y comunistas de entonces -y, hoy, reivindicados- para cerciorarse de ello. Manuel Azaña, presidente de la II República, escribió hacia el final de la contienda: “La guerra está perdida; pero si por milagro la ganáramos, en el primer barco que saliera de España tendríamos que salir los republicanos, si nos dejaban”.

Emilio Díaz

En mi época de joven estudiante me preguntaba por qué había tantas esculturas griegas y romanas que carecían de cabeza o brazos o cabezas que carecían de cuerpo o nariz.

Fueron muchos los avatares que llevaron a estas mutilaciones, pero uno de ellos me llamó la atención, los nuevos gobernantes, para hacerse buenos ellos, rompían el recuerdo de sus antepasados destruyendo sus esculturas y memoria.

Emilio Díaz ha sufrido esa decapitación por parte de quienes han hecho por Alcañiz muchísimo menos de lo que él hizo. Vivió una época y fue víctima y beneficiado de la misma, como lo sería o lo somos ahora.

A Emilio Díaz habría que juzgarlo por sus actos, no por su carné político.

Yo no lo conozco, ni tengo ningún interés en conocerlo, pero el argumentario de quienes lo han decapitado me parece peregrino.

No defiendo el culto al dictador porque forme parte de la historia. Todo culto al franquismo debe ser desterrado. Y al igual que al franquismo, al estalinismo español y soviético y semejantes. Pero la lucha de determinada gente por su pueblo no debe ser olvidada, decapitada.

No estoy de acuerdo en que las calles, ni colegios, ni hospitales tengan nombres de políticos. Ninguno es merecedor de semejante reconocimiento, que lleven nombres de flores, de colores, de pintores, de escritores o poetas o inventores, que eso no pasa nunca. Es más evocador llamar a un colegio Amapola que no Emilio Díaz o Concepción Gimeno.

Pero si los nombres forman parte de la historia de quienes hicieron algo por el pueblo, respetemos su recuerdo.

Yo tuve la fortuna de conocer a José María Pascual, el último alcalde franquista de Alcañiz y primero demócrata. Ideológicamente he estado siempre muy distante de él, como alcalde dejó (para mí), mucho que desear, pero fue una gran persona que hizo todo lo que pudo o supo por su pueblo. Como franquista y demócrata ¿lo decapitamos a mitad?, ¿le arrancamos los ojos y una oreja?

En Alcañiz tenemos la calle Salvador Allende que como es sabido por todo el mundo fue uno de los que mayor cultura e industrias trajo a Alcañiz (Salvador Allende fue presidente chileno, nunca estuvo en Alcañiz, ni supo de su existencia). ¿Merece más reconocimiento Salvador Allende que Emilio Díaz?

Y ahora viene Concepción Gimeno, de la que los que la han elegido seguramente se avergonzarían de leer algunas de las cosas que escribió.

Para empezar se hacía llamar Concepción Gimeno de Flaquer (Flaquer era el apellido de su marido), renunciando al apellido de su madre. No se sabe que en Alcañiz dejara nada salvo las cagadas de su infancia y nunca se supo que viniera a Alcañiz después de salir de niña.

Algunas perlas que escribió para feministas:

“La mujer no debe ostentar sus méritos, porque al hacerlo así, los pierde”

“Se ha dicho que el pudor es la cuarta gracia: las mujeres deben conservarle por interés propio”

“¡Sed modestas, queridas lectoras!”

“Una mujer ilustrada no debe hacer alarde de sus conocimientos, porque se hace antipática”

“Con el pincel, con la pluma, puede lucir una mujer los tesoros de inspiración que el cielo le dio, y no necesita los círculos sociales para hacerse admirar por medio de conversaciones cargadas de erudición, que le valdrían el renombre de pedante.”

“La maestra por sí sola nada puede hacer, si la discípula no está preparada a recibirla. Hay niñas de groseros instintos, niñas que rechazan los más sanos consejos, niñas que sienten repulsión hacia lo noble y elevado”.

“La educación no consiste en el cultivo de la inteligencia, sino en el del corazón”. “Pueden existir ricos brillantes en la inteligencia de una niña, y feos guijarros en el corazón”.

“La educación debe empezar por la solidez de los principios religiosos, pues ésta prepara el alma a todas las virtudes.”

“El sentimiento religioso, ilustrado por vastos conocimientos y descartado de vulgaridades, ridiculeces, fanatismo y superstición; e inspirado en el amor al prójimo, la tolerancia, el respeto a los superiores; y la sencillez de corazón, unida a la piedad ferviente y la fe divina, es la base de la educación cristiana, el faro que nos guía a puerto de salvación.”

“Forma parte de la educación, y parte importante, la finura de modales, el espíritu de orden y la obediencia a las fórmulas sociales, exigidas o adoptadas por la conveniencia.”

“Si el ateísmo es la ceguera del corazón, la superstición es la ceguera del entendimiento.”

“Debo estas ideas a mi buena maestra, a mi maestra, que poseía un espíritu viril”.

“Las mujeres particularmente son muy propensas a grandes alucinaciones”.

“Es amor sublime, inmenso, santo y grande, aquel que se apoya en la abnegación y el sacrificio”.

“En un corazón enamorado no tienen cabida pensamientos mezquinos, porque un corazón enamorado respira siempre atmósferas de santidad.”

Son algunas perlas de la señora que va a ostentar el nombre de un colegio. Si en el centro enseñan su ideología, “apañaos” vamos. Igual Emilio Díaz, comparándolo con “la señora de Flaquer” era un feminista de extrema izquierda.

El realismo de verdad

Recientemente he podido ver en el cine Alcarrás, la que ya llaman la obra maestra de la joven autora española, Carla Simón. La película ganó el Oso del Festival de Cine de Berlín hace unos meses, un galardón de mucho prestigio y sin duda merecidisimo.

Alcarrás ocurre en Alcarrás, obviamente, un pueblo de la provicia de Lleida al que nunca he viajado pero que conozco bastante porque una de mis mejores amigas es oriunda de allí.

Reconozco el dialecto muy bien y ya me he aprendido algunas costumbres porque ella me las cuenta con cariño, como hacemos todos los que no tenemos la suerte de vivir donde nacimos.

El film transcurre en ese pueblo pero podría transcurrir en cualquier otro de nuestro querido Aragón o de cualquier otro punto de la geografía española, porque aunque recoge la ideosincrasia del mundo rural de la plana leridana, donde las grandes extensiones de árboles frutales son el modo de vida principal para un importante grueso de la población, es un retrato realista y perfecto de la vida rural y sobre todo de la vida de cualquier familia que se dedique a la agricultura. Y un retrato del cambio que experimenta a pasos agigantados y sin demasiado freno ese modo de vida.

La historia se cuenta de una manera absolutamente maravillosa, tierna pero a la vez ruda, como es la vida de pueblo. Con un reparto coral y equilibrado donde ningún miembro de la familia destaca sobre el resto porque para ello la directora ha puesto todo el empeño en que el equilibrio se alcanzase casi de un modo imposible.

El realismo es de verdad, valga la redundancia, y es que elegir a los actores entre los habitantes de la zona del Segriá para interpretar a los personajes de la película es un acierto redondo. Verla en versión original, si conocéis el catalán, es un gustazo porque al cerrar los ojos viajas directamente a las calles y fincas de este municipio.

Es un film que recomendaria a todo el mundo pero sobre todo a los que nos hemos criado en los pueblos porque las vivencias, los detalles y la historia, calan hondo en aquellos que podemos identificar momentos nuestros en muchas de las escenas cotidianas que Carla Simón y su equipo han llevado a la gran pantalla con tanto esmero y mimo.

En mi caso el personaje del abuelo me recuerda profundamente al mío propio, tanto en su físico como en los silencios y las miradas, o en la forma de hablar, y además algunos de los momentos que vive con su nieta, son muy similares a los que yo pude vivir de niña en mi querida Valjunquera.

En definitiva, dicen que Alcarrás es el milagro de este año del cine español y que puede que salve con su taquilla la temporada. No sé si al final cuadrará en el plano financiero pero en el plano artístico que es lo que realmente importa cuando hablo de arte es absolutamente brillante.

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